4.7.06

Gara y Jonayl


Leyenda Canaria (historia de amor)
Gara y Jonay o el amor canario


Esta es una narración, según transmisión oral de un guanche (hombre de Tenerife o tierra de fuego, hoy por extensión el vocablo guanche es referido a todos los canarios) y una descendiente de un mencey de La Gomera, destinada, por sucesión matrilineal a gobernar a sus súbditos, lo gomeros. La sucesión no era de padres a hijos sino al mencey le solían suceder los hijos de una de sus hermanas, debido a la influencia social de la mujer, auténticas matriarcas ya que debido a que con la generalidad de las mujeres se mantenían relaciones sexuales cuando surgían espontáneas o “salto de mata”, como decimos vulgarmente, y que, por tanto, no tenían seguridad que los hijos fueran del Mencey, por lo que para el sistema sucesorio se daba importante relevancia a las hermas.
Habida cuenta que la historia, de estos dos amantes canarios, nos parece especial y muy bonita en orden a la manera de ser de los habitantes de estas ínsulas, a modo de ensayo, sentimos que debemos reflexionar sobre la misma, aportando nuestro pequeño granito de arena sobre la misma sobre la posibilidad de enlazarla con esos amantes de los cuales se han ocupado en la literatura algunos clásicos. Esta pareja canaria de nuestra historia también se inmolaron por amor, haciéndose el Atis Tirma Umiaya (despeñarse) o el bacaguare (queremos morir).
Parte muy importante de nuestro relato son el agua y el fuego, en torno a los cuales gira y ha girado el devenir de la vida de los canarios, muy condicionada al Teide (Echeide) o el fuego de este milenario volcán. Del agua y del fuego, de ahí a modo de ceremonia ritual que las jóvenes, por la época del beñesmed, en el solsticio de verano (24 de junio) ritos muy propios de los orígenes y creencias de los aborígenes canarios. Era costumbre, cuando llegaban las fiestas del beñesmed, el que la jóvenes gomeras, bajo la vigilancia de un guáyame (sacerdote con poderes mágicos) juntaban aguas de las siete chorros de un estanque, hechos de veas, musgos y yedras, antes de que el sol saliera. Miraban sus rostros en el agua y si la imagen era calma y clara, ese año encontraban pareja. Si el reflejo era turbio o lo empañaban las sombras, era mal augurio, la desgracia aguardaba., que fue lo que le ocurrió a Gara, hija de la Matriarca de La Gomera, que el agua se cubrió de sombras.
Para la celebración de las fiestas y con el objeto de buscar pareja para su hijo Jonay, arribó a la Isla el Mencey Axerach (Gran Tinerfe). Al encontrarse Gara y Jonay se contemplaron, se descubrieron y se enlazaron sus miradas. Les fue imposible impedir que el amor les alcanzase y en la fiesta, después de conocer que estaban enamorados, se hicieron participes de su amor llenos de júbilo, para, posteriormente, hacer público el compromiso, entre un noble adejero y una princesa gomera destinada a ejercer el matriarcado en aquella Isla que, en la que como en la mayoría, era costumbre de gran arraigo y sistema de gobierno.
A penas se dio cuenta de la nueva, el mar se pobló de destellos, Echeide, el gran volcán de Tenerife comenzó a arrojar lava y fuego, todo ello muy mal augurio para que los enamorados pudieran llevar a término su unión como pareja. Habida cuenta que como, previamente el guáyame había pronosticado malos augurios por las señales del estanque de agua, donde la figura de Gara se vio borrosa y según las profecías de los sacerdotes, transmitidas de generación en generación, de que el fuego retrocede ante el agua y el agua se consume ante el fuego, una mezcla imposible, ese amor no era posible.
Pese a las maldiciones y prohibiciones el noble canario, el achimencey Jonay no podía olvidar a su amada la noble, Gara, necesitaba volver a verla, tenerla a su lado como haríamos cualquiera de nosotros cuando en el amor, se nos presenta algún imposible que revolveríamos Roma con Santiago para ver de nuevo a la persona amada.Desde Adeje, que sería lo más probable, este hijo de Axerach (Gran Tinerfe, mencey de toda la Isla), decidió ir a La Gomera, para estar al lado de su amada Gara. Provisto de unas vegijas de animal (cabra o cordero), infladas debidamente y a modo de flotador, en tiempos de calma y con grandes posibilidades de poder llegar, hizo viaje a La Gomera amparado en la noche, dispuesto atravesar la distancia entre esta parte del suroeste tinerfeño y las playa de San Sebastián, porque su amor hacia Gara se lo pedía
Jonay busco a su amada y se escaparon y, entre los montes de Laurisilva en el Cedro, se entregaron al amor fundiéndose en un beso y deseos de amor eterno. Enterada la familia de Gara de la huida, dispuso su persecución. Fueron hallados en la cumbre más alta de La Gomera, estrechamente unidos, amándose y decidiendo la inmolación antes de entregarse a sus perseguidores, buscaron la muerte. Afiló Jonay con su tabona (cuchillo), los extremos de una recia vara de cedro y colocándola entre su fecho y el de Gara, apoyaron sus puntas hirientes sobre sus corazones. Se miraron a los ojos y se lanzaron al vacío exclamando Atis Tirma y Umiaya (nos desriscamos).