Las galerías de agua en Canarias, misterios de la Tierra al descubierto
Escrito por José Alberto Hernández
Canarias/ Las necesidades del hombre por buscar su líquido elemento, el agua ha hecho que en Canarias haya tenido que profundizar en las entrañas de las islas. Así, los canarios han perforado desde tiempos próximos a la Conquista la superficie, ahondando cada vez más para hacer manar el agua.
Y cada isla ha tenido un proceso distinto. Las galerías de agua son escasas en Fuerteventura, y casi nulas en Lanzarote, ya que éste procedimiento de extracción del agua, de explotación de los acuíferos, se hace en zonas de vertientes con laderas y montañas, que albergan en sus interiores el preciado líquido blanco, pero que resuma de lo más alto. Así, las galerías en Fuerteventura están en la parte de Cofete, en el Macizo de la Península de Jandía.
En Gran Canaria, la explotación del agua ha sido preferentemente a través de pozos, que con el auge del cultivo del plátano hizo que el nivel freático del “Continente en Miniatura” cayera a niveles preocupantes para el Medio Ambiente. Los pozos presentan siempre como peligro la emanación de gas, que por otro lado ha dado una peculiaridad muy especial al agua de consumo humano, sobre todo la embotellada. Los nacientes de agua en Gran Canaria fueron antaño numerosos, siempre con líquido elemento muy rico en minerales, sobre todo de tipo ferruginosos. Eran aguas bicarbonatadas, sulfuradas o con tal cantidad de hierro que los fondos de los recipientes se quedaban totalmente encarnados. Nacientes que tuvieron a finales del S. XIX y principios del XX un uso también medicinal, con un turismo incluso de salud en torno a los balnearios que albergaban estos nacientes. Fueron los casos de Los Berrazales en Agaete y el Barranco de Azuaje, en Firgas, y que se emplearon hasta casi la década de los años 70 del pasado siglo. La sobreexplotación de pozos en Gran Canaria y de nacientes, hizo que también se optara por perforar algunas galerías. Pozos que tuvieron hasta un fin macabro durante la Guerra de España, al ser empleados como tumbas y modos de ejecución por parte de los fascistas alzados, como prueba la creación de la Asociación Los Pozos de La Memoria en Arucas, cuyos miembros, hijos y familiares de los desaparecidos, reivindican la exhumación de los restos, su identificación y la clausura de esos pozos para siempre. En otro pozo, también en Arucas tuvo lugar el famoso episodio del hallazgo del cuerpo sin vida del empresario Eufemiano Fuentes, con el secuestro del industrial tabaquero, supuestamente por Ángel Cabrera “El Rubio”, quien siempre sostuvo su inocencia, hasta su reciente fallecimiento en una cárcel peninsular.
Y tanto pozos como galerías afloraban el peligro de la emanación de gases. En el pozo del Parralillo, en el pago firguense de Rosales, nos alongábamos, siendo unos pollillos de apenas 8 años al hueco del pozo y del fuerte olor a gas nos teníamos que apartar, porque nos asfixiábamos. Una arriesgada aventura que repetíamos también entrando a una galería, en la que sin luz veíamos en lo más profundo resto de animales silvestres muertos, como ratoncillos, e incluso algún perro o gato. Al decir de los más viejos, llevados allí por sus crueles dueños que tenían la maldad de sacrificarlos de esta innombrable forma. Siempre, los padres de los chiquillos que nos atrevíamos a entrar en las galerías, nos echaban un “vainazo” y más de una vez alcanzó alguno, más de una tollina por el peligro que corríamos y que así nos lo hacían saber.
En Tenerife, la orografía de la Isla Picuda, como si de una gran pirámide se tratase ha tenido en su base media la explotación de los acuíferos mediante galerías, y en raras ocasiones algún que otro pozo. Galerías que han dado abundantes caudales de agua, y que se han ido incrementando tanto en su número, por la intensificación de las plantaciones agrícolas, como por los ramales que de cada galería se iba haciendo. Así, a medida que se ha ido profundizando en las entrañas de la Tierra, los gases emanan con mayor profusión, a lo que se une la falta de oxígeno. Antes, además se empleaban las lámparas de carburo para alumbrarse en las galerías. Método de iluminación que fue común también en el tiempo de nuestros padres para hacer numerosas labores nocturnas, incluso ponerse a estudiar, y por eso terminaban con las narices negras del humo del carburo. Esas ya primitivas lámparas tenían muchas limitaciones pero una gran ventaja, sí no había oxígeno se apagaban, lo cual muchas veces servía como elemento de alarma y seguridad.
Las galerías en Tenerife son además las más largas y profundas del Archipiélago, llegando casi al corazón de la “Isla del Infierno”, hecho que quienes se aventuran a entrar en ellas, por motivos siempre laborales, aunque algunos por curiosidad, siempre terminan por destacar: “Esto es como viajar al fondo de la tierra”. Algo así como el “Viaje al Centro de la Tierra” de Julio Verne.
En La Palma también ha proliferado las galerías de agua, con una profesión incluso asociada a la elaboración de estas cuevas para sacar el líquido elemento: los cabuqueros, quienes con cartuchos de dinamita, se arriesgaban a prenderlos en las laderas donde iban luego a hacer la galería.