El filólogo e historiador Ignacio Reyes García intenta desentrañar el significado de el nombre de nuestro país, profundizando además del análisis etimológico en otros tópicos y fuentes históricas e historiográficas referentes a dicho etnónimo.
Han transcurrido casi dos mil años desde que Cayo Plinio Secundo (23-79), llamado El Viejo, escribiera su imponente Historia Natural. La obra, compuesta por 37 libros en los que aborda, por ejemplo, cuestiones de zoología, botánica, medicina o bellas artes, recoge también entre sus descripciones geográficas algunas noticias acerca de ciertas islas atlánticas. A una de ellas le asigna el nombre de Canaria, según el informe que vertiera una expedición enviada a la zona por Juba II, el erudito Rey de Mauritania que vivió en el siglo primero antes de nuestra Era.la verdadera etimología del término Canaria todavía se desconoce. Cierto que el insigne escritor y político latino relaciona esta denominación insular con la presencia de "gran número de perros de enorme tamaño, de los cuales le fueron llevados dos a Juba" (VI, 31). Además, insiste en esta definición cuando habla de la tribu de los canarios, que ubica en la vertiente oriental del Atlas Medio marroquí, al norte del río Ger: "Los que habitan las regiones más próximas llenas de elefantes, fieras y serpientes de todo tipo, son llamados canarios, puesto que su régimen no se distingue del de los perros y comparten con estos animales las entrañas de las fieras" (V, l).
Salvo la opinión de Plinio El Viejo, no existe ninguna otra referencia antigua en los textos clásicos que acredite esta significación animal. Su relato contiene algunos otros nombres insulares, como Pluvialia, Planasia o Ninguaria, que claramente tienen su origen en ciertas características naturales observadas en estos territorios isleños. Una sencilla formulación etimológica que, en ocasiones, pretende imitar a través de la creación de significados basados en presunciones imaginarias, como creemos que sucede con Canaria y los canarios.
Por otro lado, la presunta afinidad del nombre de la isla de Gran Canaria con el de la tribu africana fue sugerida ya por el historiador Juan de Abreu Galindo, el supuesto franciscano andaluz, que redactó una valiosa Historia de la Conquista de las Siete Islas de Canaria en la segunda mitad del siglo XVI. La hipótesis carece, hasta el momento, de pruebas científicas suficientes que la avalen, pero alienta una línea de investigación cada día más fecunda. Veamos algunos ingredientes filológicos que apuntan en esa dirección. Como queda dicho, es evidente que nos podemos permitir serias dudas acerca de una eventual ascendencia latina del tema canario. Así las cosas, una alternativa razonable demanda considerar la identidad idiomática de esta tribu para explicar su gentilicio, del que sus portadores no ofrecen, sin embargo, un origen seguro.
Estos canarios continentales habitan la región de Tafilelt, una comarca meridional del actual Reino de Marruecos, integrada por un conjunto de oasis que riega el río Ziz, al norte de ese otro río citado por Plinio, el Ger (o Guir), reconocido por la expedición militar que en el año 42 de nuestra era comandó el general romano Suetonio Paulino. Pero también se les encuentra en lo que hoy constituye la República del Níger, en el ámbito noroccidental del lago Chad.
Pertenecen a la vasta y antigua comunidad étnica amazighe (o bereber, según el peyorativo gentilicio clásico que popularizaron sus colonizadores árabes). Estos pueblos, dispersos por toda el África septentrional, conforman un copioso conjunto de grupos fraccionados en otros tantos dialectos y hablas. Aunque su historia se pierde en la más remota antigüedad y han vivido durante milenios sin conciencia de su unidad, sin embargo conservan una lengua común que, a pesar de los condicionantes geográficos y de las poderosas influencias externas, ha logrado subsistir con un soporte más oral que escriturario.
Por descontado, estas circunstancias han propiciado que surjan notables variaciones de pronunciación y de vocabulario, que contribuyen a mermar la intercomprensión entre las diferentes realizaciones dialectales de esta lengua. No obstante, su estructura profunda mantiene todavía una organización gramatical muy constante, incluso en la pauta que rige sus cambios, lo que facilita el estudio de su evolución histórica.
Pero el sentido original del nombre antiguo de una tribu rara vez llega a sortear el olvido o las recreaciones míticas, enredado a menudo en un confuso imaginario donde no faltan lecturas etimológicas escasamente cuidadosas.
En ausencia de una tradición nativa, bien continental o bien insular, que explique el significado del etnónimo canarios, necesariamente hemos de acudir a informaciones indirectas para ensayar una solución, siempre dentro del dominio amazighe que elegimos aquí como premisa mayor.
La clave de la interpretación que vamos a presentar nos vino dada por un autor que ha sido objeto de no pocas críticas, el naturalista lagunero Manuel de Ossuna y Saviñón (1809-1846). En el primer tomo de su Resumen de la Jeografía Física y Política y de la Historia Natural y Civil de las Islas Canarias, editado en Santa Cruz de Tenerife por el año 1844, dice de la isla de Gran Canaria y de sus habitantes que "eran benévolos y afables, como los ya conocidos, altos de cuerpo y bien formados, y más blancos que los de las otras islas conquistadas. De ellos se supo que la isla se llamaba Tamerán, que quiere decir país de los valientes" (I, 49).
Nada se conoce acerca de las fuentes en las que obtiene este informe, ignorado por las crónicas coloniales y los estudios historiográficos más cercanos al proceso de conquista. Tan sólo, en la descripción de los viajes realizados a la costa occidental africana por el navegante portugués Diego Gomes de Sintra (ca.1420 - ca.1490), se puede encontrar algún apoyo marginal para esta noticia: "Los hombres naturales de Gran Canaria, idólatras, son hombres corpulentos y, algunos entre ellos, se llaman guerreros".
Casi inmediatamente después de publicada la obra de Ossuna, el historiador portuense José Agustín Álvarez Rixo (1796-1884) discute ya esa identificación de Tamerán con un supuesto 'país de los valientes'. Su versión del topónimo, que ha hecho fortuna incluso en nuestros días, traduce aquí 'tierra o país de la palma (datilera)'. Únicamente el historiador austríaco Dominik J. Wölfel (1888-1963) se atrevió a sugerir una explicación que concuerda poco más o menos con la reseña de Ossuna, a través del nombre verbal tamara (plural: timariwin), que en los dialectos tuaregs (tahaggart, tayert y tawellemmet occidental y oriental) designa a la 'persona notable o considerable (por su poder, influencia, nobleza o riqueza)', así como la 'fuerza, potencia o capacidad de acción'.
En consecuencia, si fuera cierto que los habitantes canarios de la isla de Tamerán se tenían por 'personas valientes o fuertes', ¿quiere eso decir que el gentilicio continental que se les atribuye tiene algo que ver con esta característica? Exploremos brevemente esa posibilidad.
En los mismos dialectos amazighes donde se obtuvo una congruente explicación para Tamerán, y más específicamente en las variedades nigerianas y malíes, hallamos la voz ekanar o ekannar (plural: ikanaran o ekannaran). La primera acepción de este vocablo hace referencia a la 'frente' (anatómica), y un sentido compartido por otras variantes dialectales, como en las voces agnri (plural: igenritn) y ayenyir (plural: iyenyiren) del Marruecos central. Pero todavía hoy, esos dialectos del Níger occidental y de Malí (tawellemmet), extienden el alcance de este término hasta significar el 'frente de combate'. Incluso, han creado la forma verbal sekkenner para expresar la idea de 'conducir al frente del ejército', concepto del que también han derivado el adjetivo verbal asakkannar (plural: isakkannaran), 'hombre que guía la tropa al frente de combate'.
Con estos elementos de análisis, parecen tangibles dos conclusiones preliminares. En primer lugar, la naturaleza amazighe del gentilicio canario, forma latinizada de un primario ekanar restituido con el sentido literal de 'frente' y, en una acepción más extensa, con el de 'vanguardia' o 'valiente'. Y, además, aunque con carácter aún muy tentativo, la presencia en la isla de Gran Canaria de esta antigua tribu continental, hecho que, por supuesto, debe aguardar todavía la comparecencia de mejores pruebas arqueológicas, históricas, antropológicas y lingüísticas.