Ramón Moreno
Con Canarias ocurre algo similar al conocido refrán, pero al revés: "Contra la virtud de pedir está el vicio de no dar". O sea, a las justas, legítimas e inaplazables reivindicaciones del pueblo canario; se contraponen sistemáticamente las pertinaces negativas de España, en concedernos el derecho irrenunciable a construir por si solos nuestro futuro, sin interferencias ni tutelas de nadie. ¡Esa es su obtusa y retrógrada actitud colonialista! para seguir conservando, contra viento y marea, este enclave; un anacrónico "territorio nacional español" en otro continente que insisto (ya que aquí se pretende "españolizar hasta el clima"), la legalidad internacional no ampara hoy en día.
No en vano, las Naciones Unidas han establecido como fecha tope para finalizar el proceso descolonizador en todo el mundo el año 2010, Archipiélago canario incluido. Lo que supone, una auténtica Espado de Damocles suspendida sobre los intereses españoles en Canarias, dada la masiva presencia de empresas financieras, de servicios y otras, que operan en nuestro territorio (¡y que no cotizan aquí!); con una actividad depredadora, de continuo saqueo de nuestras riquezas (¡beneficios, que sitúan fuera!), drenaje de recursos que históricamente han ido descapitalizando nuestra economía.
Por eso se ha producido tanta escandalera en los sectores españolistas de las Islas (al servicio de la metrópoli), ante el temor -perfectamente fundado- de que tas peticiones de soberanía del diario tinerfeño, que comparto plenamente, se estén convirtiendo ya en un multitudinario clamor popular que presagia el despertar y la concienciación de este pueblo, que constata que así no podemos seguir por más tiempo. Situación, ante la que ciertos tabloides y algunos trasnochados plumíferas reaccionan enfurecidos, con burdos e inconsistentes planteamientos, y los consabidos metemiedos como: "¿De que vamos a vivir?", o "Una Canarias independiente seria invadida por Marruecos", y falacias por el estilo, que no se sostienen.
Pero esta cuestión podría tener sus entresijos, como ahora veremos. Porque, a mi personalmente, lo que de verdad me preocupa y me tiene medio mosqueado, son ciertas incongruencias que observo en los editoriales del citado rotativo. Así, en el del pasado domingo (donde, por cierto, se reproduce literalmente parte de mi artículo, "¡Si somos una colonia!"[1], lo que me congratula enormemente), cuando se dice: ... "dotar al Archipiélago de un estatuto especialísimo que recoja lo que precisa Canarias"; y al mismo tiempo, se insiste en la soberanía, lo que implicaría una Constitución propia, ¿no se está incurriendo en una enorme y clamorosa contradicción?
No quiero ni pensar, remotamente, que toda esta movida soberanista no sea eso: una justa, legítima y necesaria reivindicación -que suscribo en su totalidad-; sino una campaña mediática, perfectamente orquestada, para asustar a Madrid y obtener más prebendas para los mismos de siempre. ¡Y a eso, si que yo no juego! Y no es este un comentario gratuito, ya que existe un claro precedente. Recuérdese que don Paulino Rivera, ya dijo en la Villa y Corte que, "Gracias a Coalición Canaria se había frenado el independentismo en las Islas". ¿A qué estamos jugando? ¿El único objetivo es entonces, mejorar un supuesto próximo Estatuto, con más competencias, en el marco del Estado español; o la emancipación de éste, con todas las consecuencias?...
Para mí, el asunto está meridianamente claro y diáfano: Soberanía va inherente a Independencia, y viceversa; y en pura praxis de Derecho Internacional, son dos términos político-jurídicos consustanciales. Otra cosa es, reitero, el decimonónico y ya periclitado criterio de soberanía política, mediante el cual España sigue apuntalando la insostenible "españolidad de Canarias; que es contrario y opuesto al principio emergente de localización geográfica, consagrado en el Derecho Internacional contemporáneo. Y en aras de la necesaria pedagogía, debo explicar de nuevo, que este criterio, el de soberanía político (argucia ilegal para dar validez a la apropiación de territorios por la fuerza de las armas, caso evidente de Canarias), tomó diferentes connotaciones actuales a partir de la Segunda Guerra Mundial, a través del proceso de descolonización e independencia de los llamados Países del Tercer Mundo, al poner de relieve la existencia de otros factores que hasta la fecha habían sido deliberadamente ignorados. Estos factores son, fundamentalmente, el binomio "población y territorio", los cuales, al ser considerados parte esencial del concepto de independencia política, hallaron su máxima expresión y reconocimiento, en "el derecho inalienable e imprescriptible a la libre autodeterminación de los pueblos y a disponer de los recursos naturales de su territorio".
Por tanto, dejémonos ya de tantos eufemismos y subterfugios dialécticos, y ¡vayamos al grano! Continuar con esas boutodes de "nacionalismo cívico" y "nacionalismo no excluyente", constituye un retórico discurso pseudo nacionalista, que obvia el incuestionable hecho colonial canario. Nacionalismo viene de nación y no de "nacionalidad", que ya he dicho, es un calculado giro semántico, y una perversión jurídica del propio concepto de nacionalismo acuñada por los constitucionalistas españoles en su Carta Magna de 1978.
¡Canarias es una Nación sin Estado! y, consecuentemente, los verdaderos patriotas propugnamos y aspiramos a constituirnos en un Estado Archipelágico, libre y soberano, bajo la égida de la ONU, para formar parte, con todo merecimiento de la Comunidad Internacional, y de los Organismos Supranacionales que nos intereses y convengan.