5.11.07

¿Soberanía o más autonomía?

Ramón Moreno

Con Canarias ocurre al­go similar al conocido refrán, pero al revés: "Contra la virtud de pe­dir está el vicio de no dar". O sea, a las justas, legítimas e inaplazables reivindica­ciones del pueblo canario; se con­traponen sistemáticamente las per­tinaces negativas de España, en concedernos el derecho irrenunciable a construir por si solos nuestro futuro, sin interferencias ni tutelas de nadie. ¡Esa es su obtusa y retró­grada actitud colonialista! para se­guir conservando, contra viento y marea, este enclave; un anacrónico "territorio nacional español" en otro continente que insisto (ya que aquí se pretende "españolizar hasta el clima"), la legalidad internacional no ampara hoy en día.
No en vano, las Naciones Unidas han establecido como fecha tope pa­ra finalizar el proceso descoloniza­dor en todo el mundo el año 2010, Archipiélago canario incluido. Lo que supone, una auténtica Espado de Damocles suspendida sobre los intereses españoles en Canarias, da­da la masiva presencia de empresas financieras, de servicios y otras, que operan en nuestro territorio (¡y que no cotizan aquí!); con una actividad depredadora, de continuo saqueo de nuestras riquezas (¡beneficios, que sitúan fuera!), drenaje de recursos que históricamente han ido descapitalizando nuestra economía.
Por eso se ha producido tanta es­candalera en los sectores españolistas de las Islas (al servicio de la me­trópoli), ante el temor -perfecta­mente fundado- de que tas peticio­nes de soberanía del diario tinerfeño, que comparto plenamente, se estén convirtiendo ya en un multitu­dinario clamor popular que presa­gia el despertar y la concienciación de este pueblo, que constata que así no podemos seguir por más tiempo. Situación, ante la que ciertos tabloi­des y algunos trasnochados plumífe­ras reaccionan enfurecidos, con bur­dos e inconsistentes planteamien­tos, y los consabidos metemiedos como: "¿De que vamos a vivir?", o "Una Canarias independiente seria invadida por Marruecos", y falacias por el estilo, que no se sostienen.
Pero esta cuestión podría tener sus entresijos, como ahora veremos. Porque, a mi personalmente, lo que de verdad me preocupa y me tiene medio mosqueado, son ciertas in­congruencias que observo en los editoriales del citado rotativo. Así, en el del pasado domingo (donde, por cierto, se reproduce literalmente parte de mi artículo, "¡Si somos una colonia!"[1], lo que me congratula enormemente), cuando se dice: ... "dotar al Archipiélago de un estatuto especialísimo que recoja lo que pre­cisa Canarias"; y al mismo tiempo, se insiste en la soberanía, lo que im­plicaría una Constitución propia, ¿no se está incurriendo en una enor­me y clamorosa contradicción?
No quiero ni pensar, remotamen­te, que toda esta movida soberanista no sea eso: una justa, legítima y necesaria reivindicación -que sus­cribo en su totalidad-; sino una campaña mediática, perfectamente or­questada, para asustar a Madrid y obtener más prebendas para los mismos de siempre. ¡Y a eso, si que yo no juego! Y no es este un comen­tario gratuito, ya que existe un claro precedente. Recuérdese que don Paulino Rivera, ya dijo en la Villa y Corte que, "Gracias a Coalición Ca­naria se había frenado el independentismo en las Islas". ¿A qué esta­mos jugando? ¿El único objetivo es entonces, mejorar un supuesto pró­ximo Estatuto, con más competen­cias, en el marco del Estado español; o la emancipación de éste, con todas las consecuencias?...
Para mí, el asunto está meridiana­mente claro y diáfano: Soberanía va inherente a Independencia, y viceversa; y en pura praxis de Derecho Internacional, son dos términos político-jurídicos consustanciales. Otra cosa es, reitero, el decimonónico y ya periclitado criterio de soberanía política, mediante el cual España si­gue apuntalando la insostenible "españolidad de Canarias; que es con­trario y opuesto al principio emer­gente de localización geográfica, consagrado en el Derecho Interna­cional contemporáneo. Y en aras de la necesaria pedagogía, debo expli­car de nuevo, que este criterio, el de soberanía político (argucia ilegal pa­ra dar validez a la apropiación de te­rritorios por la fuerza de las armas, caso evidente de Canarias), tomó di­ferentes connotaciones actuales a partir de la Segunda Guerra Mun­dial, a través del proceso de descolo­nización e independencia de los lla­mados Países del Tercer Mundo, al poner de relieve la existencia de otros factores que hasta la fecha ha­bían sido deliberadamente ignora­dos. Estos factores son, fundamen­talmente, el binomio "población y te­rritorio", los cuales, al ser considera­dos parte esencial del concepto de independencia política, hallaron su máxima expresión y reconocimien­to, en "el derecho inalienable e im­prescriptible a la libre autodetermi­nación de los pueblos y a disponer de los recursos naturales de su territorio".
Por tanto, dejémonos ya de tantos eufemismos y subterfugios dialécti­cos, y ¡vayamos al grano! Continuar con esas boutodes de "nacionalismo cívico" y "nacionalismo no excluyente", constituye un retórico dis­curso pseudo nacionalista, que ob­via el incuestionable hecho colonial canario. Nacionalismo viene de na­ción y no de "nacionalidad", que ya he dicho, es un calculado giro se­mántico, y una perversión jurídica del propio concepto de nacionalis­mo acuñada por los constitucionalistas españoles en su Carta Magna de 1978.
¡Canarias es una Nación sin Esta­do! y, consecuentemente, los verda­deros patriotas propugnamos y aspiramos a constituirnos en un Estado Archipelágico, libre y soberano, bajo la égida de la ONU, para formar parte, con todo merecimiento de la Comunidad Internacional, y de los Organismos Supranacionales que nos intereses y convengan.