11.3.07

El Che o las paredes del olvido


“Prefiero morir de pie, que vivir siempre arrodillado”.

Esta frase memorable de Ernesto Che Guevara, sintetiza la vida contestataria que siempre llevó, y por la que en cierto modo le hace ser un icono de la insurrección contra el sistema y la lucha por las libertades y contra la esclavitud moral y humana; me causa cierta tristeza el contemplar desde la perspectiva que nos ha dado el paso del tiempo, como su rebelión contra lo injusto se ha marchitado y con ello ese valor romántico y de reflexión que evocaba.

Somos partícipes de una juventud apoltronada y nada reivindicativa que ha perdido definitivamente la rebeldía propia a su condición. Yo incluso la calificaría de aburguesada, y no porque estemos sobrados precisamente de los derechos generales que iniciaron el movimiento social, a los que debemos los beneficios que ahora disfrutamos, sino todo lo contrario. La pérdida de esos derechos adquiridos en esta sociedad de la opulencia, ha convertido a esta juventud en la más desheredada, la más retrasada e ilustrativamente confundida de la historia reciente.


Y en Canarias, a sabiendas que me tacharán de atrevido, me aventuro a apuntar que nuestra juventud es la más aplatanada, indiferente y pánfila de todo el país. Si nuestros bisabuelos levantaran la cabeza. De vergüenza iban a morir.

Los jóvenes de nuestras islas viven llenos de la simpleza más absoluta, rodeados de la suficiencia moral que les hace ser lánguidos y pasotas, conformistas y pocos ilustrados. Faltos de pundonor y educadamente toscos. Somos parte de esa sociedad isleña acomodada, adaptada y atontada que flota en ninguna parte y es incapaz de soportar mirarse en el reflejo de nuestros antepasados. No por ser menos consecuentes, sino por estar peligrosamente más aleccionados.

No importa que abofeteen constantemente nuestros derechos, no levantarán el gesto y dirán aquello de que “el cementerio lleno está de héroes”, pero ignoran que la Historia la escriben quienes alzaron su voz y su brazo contra el desatino y la injusticia.

Se preguntarán el por qué de mi opinión lúgubre y negra, pesimista y amarga, hacia la juventud a la que yo también pertenezco, y la respuesta no es nada alentadora, miro a mi alrededor y sólo percibo las sinrazones propias del mundo que nos ha tocado soportar y detallo a los muchachos canarios, cómplices de esa realidad pálida, mustia, triste y anodina que tan grises nos hacen ser.

Y un ejemplo de lo que digo es la Universidad, ese refugio de lo ideológicamente inadecuado, generadora de conciencia social y de tradición reivindicativa, transgresora y luchadora. Vive una época de conformismo, uniformidad pensante, carente de valores y aletargada en su propia incongruencia existencial, esa por la que todo lo crítico, irónico, progresista, antiglobal e improcedente está siendo lentamente acallado, amordazado y marginado por un círculo poderoso que tiene su parcela bien protegida a base de

comprar voluntades. Incluso la de usted y la mía.

Termino con los últimos versos de un poema del Che a los que con nostalgia siempre recurro: “un recuerdo más perdurable que mi nombre, es la lucha o morir luchando”. Lástima que nuestra generación te haya convertido en un póster sin sentido, que cuelga de las paredes de nuestro olvido.

* Eduardo Sande Padilla