3.12.07

ALGUNAS LEYENDAS Y TEXTOS


TAMARAN

Este era el nombre con el que los Aborígenes de la actual isla de Gran Canaria denominaban a su tierra.

CANARIAS, TIERRA MÁGICA DE VALIENTES


Algunas leyendas y textos que nos han quedado pueden servir como paradigma sobre el carisma y el poder que algunos de los más valientes guerreros poseían, así como de la consideración y veneración de que eran objeto durante su vida.

Uno de los mayores ejemplos del valor de los guerreros aborígenes, lo tenemos en la historia que nos cuenta la leyenda que lleva por título:

DORAMAS

Doramas, cuyo nombre significaba "el de las narices anchas", era el Guanarteme de Telde, desde la cual, al mando de sus hombres, en ocasiones, hostigaba e importunaba a las tropas españolas.

Cierto día, después de una feroz lucha, ambos ejércitos se quedaron apostados en dos colinas una frente a la otra, desde las cuales podían verse los unos a los otros. Y fue entonces cuando el Guanarteme Doramas retó en singular combate a Pedro de Vera, el General enemigo.

Vera rehusó luchar y en su lugar combate Juan de Hozes, uno de los soldados a su mando.
Hay varias versiones sobre el último combate de Doramas; en unas el guanarteme vence a su oponente con gran rapidez y Pedro de Vera sale a ajusticiar esta afrenta; y otra, en la que ambos castellanos unen sus fuerzas para poder derrotar al valiente aborigen; pero en cualquier caso todas tienen un final común, en el cual, Doramas es atravesado a traición con una lanza por la espalda por uno de los soldados de Vera.
Las últimas palabras del Guanarteme de Telde fueron:

- No me has vencido tú, sino la traición del que me ha herido.

Pedro de Vera mandó cortar la cabeza de Doramas y mandó que fuera exhibida como un siniestro y deshonroso trofeo.

Esta consideración trascendía el umbral de la vida, alcanzando también el ámbito de la muerte.

Otra de las leyendas más contadas de la isla de Gran Canaria en la que se demuestra la valentía y el sano orgullo que poseían los aborígenes canarios es la conocida como:

¡ ATIS TIRMA !

"Corrían los tiempos en que los castellanos, provenientes de la península Ibérica, estaban ultimando la conquista de Gran Canaria. Se sucedían batallas en las que morían castellanos e isleños de uno y otro lado.

Los rebeldes isleños eran alentados y guiados por dos temibles jefes, el viejo Faycán de Telde, llamado Tazarte y el joven y valiente Bentejuí, saltando de risco en risco y pasando de montaña en montaña, esquivaban la persecución del ejército castellano.

Estos valientes isleños, se fueron a refugiar en el monte sagrado de Ansite, y como la llamada, fortaleza de Ansite era agria y de difícil entrada, les sitiaron y decidieron rendirles por hambre.

Poco a poco los isleños fueron haciendo acto de sumisión, más en lo alto del roque, quedaban dos hombres que se negaban a entregarse: eran Tazarte, el Faycán de Telde y el bravo Bentejuí.

Ambos se miraron un momento, sin hablar, sin romper el quieto y espeso silencia que los rodeaba. Se abrazaron, y al grito de ¡Atis Tirma!, se precipitaron por la gran fuga del risco".


Una parte menos conocida de esta leyenda ocurrió tras el momento en el que estos dos valerosos aborígenes se arrojaran al vacío, dos mujeres les siguieron prefiriendo la muerte antes que la deshonra de ver a su pueblo sometido.

Como se puede ver a lo largo de la historia, en toda cultura o civilización la mujer, ha sido siempre la encargada de proteger la tradición y alentar a los hombres para que afronten con valor su deber.

Y si antes mencionábamos el valor y presencia de ánimo de los guerreros guanches, también la mujer aborigen canaria pasó a la historia rodeada de un halo de misterio y admiración, pues por una parte en su faceta mística, las Harimaguadas o sacerdotisas, desaparecieron sin dejar constancia de cuales eran sus rituales o ceremonias, y por otro lado en su faceta más común como madres, hijas, hermanas o esposas, actuaron siempre con fuerza, valor y dulzura.

Así mismo el carácter festivo anteriormente mencionado en el guerrero guanche podemos encontrarlo igualmente en la mujer aborigen canaria, que como citan varios textos, era virtuosa, honrada y alegre por naturaleza. Lo cual no impidió que en ocasiones no dudara en acatar ordenes tan terribles como el matar a sus propias hijas recién nacidas si había demasiada población y no se trataba del primer parto.

Fuerza, respeto a la Ley, resistencia eran varias de sus virtudes menos mencionadas pero igualmente arraigadas en su corazón.

La fuerza de decisión que era capaz de desarrollar en momentos críticos donde se jugaba la pérdida de sus valores morales se recoge en una leyenda de la conquista de Gran Canaria, "El salto de las mujeres":

"En unos riscos llamados Tirma, varios soldados que habían salido a explorar, sorprendieron a dos mujeres canarias que se habían escondido en una cueva.

Estas, madre e hija, al verles llegar huyeron corriendo hacia lo alto de la montaña, siendo perseguidas de cerca por los castellanos.

Ambas mujeres se defendieron tan violentamente en su huída tirando palos y piedras a sus perseguidores que mataron a uno de ellos e hirieron a otros muchos.

Esto de nada les sirvió pues fueron acorraladas en la orilla de un barranco. Entonces los soldados pudieron ver con asombro como la madre soltó los largos cabellos rubios de su hija, cogiéndolos con su mano, enrollándoselos en su brazo y arrojarse por el precipicio arrastrando a su hija en la fatal caída."



A través de los siglos, Gran Canaria, producto de la confluencia de distintas corrientes culturales, mantiene una débil tradición histórica a veces basada en confusas supersticiones aborígenes. Los antiguos historiadores no han dejado mucha información acerca de ello, probablemente porque al ser, en su gran mayoría clérigos, no creyeron conveniente dar publicidad a prácticas que iban contra la ortodoxia eclesial vigente. No obstante, llegan hasta nosotros alusiones acerca de sus ceremonias, de su conocimiento sobre los astros, de su estructura social piramidal, de sus héroes y heroínas...


El valor de la mujer aborigen, así como su entrega a lo que considera sagrado, ha servido para preservar la tradición más allá del paso del tiempo.

El último episodio de la Conquista de Gran Canaria es un buen ejemplo de ello. Éste nos cuenta cómo, después de que los canarios acuerden pactar el final de la guerra sostenida contra los castellanos, deciden presentarse ante ellos para cumplir lo prometido de una forma ceremonial. En el encuentro entregan como valioso presente y en solemne comitiva a una niña hija del Guanarteme o rey del lugar. Lo que los canarios entregan a los castellanos es una niña de unos diez años, de piel blanca y cabellos rubios. Pero esa es sólo la apariencia externa, porque desde el punto de vista de la cosmovisión de los guanches lo que están entregando es para ellos un símbolo, porque la niña es la portadora del linaje que debe transmitir a quien con ella habría de casarse. La niña guardaría y transmitiría simbólicamente la memoria sagrada de la comunidad, asegurando de esta forma su continuidad como pueblo.

Memoria sagrada de la que surgen elementos ancestrales que pueden ayudarnos a percibir lo esencial, los Valores y la Fe en lo Divino.

Por más que nos resulte difícil, a priori, conectar con la tradición aborígen, el pasado nos habla a través de su mitología, de sus leyendas y una vez que nos adentramos en ellas, contribuimos a rescatarlas, porque Quid latet apparebit; Todo lo oculto aparecerá....

... y oiremos en el silencioso viento que susurra en los barrancos costeros la voz sin tiempo que emerge victoriosa desde el pasado.