Por mucho tiempo que pase, cíclicamente se observa que hay una terrible estadística que no cambia en Canarias: el umbral de la pobreza. Resulta asombroso que en una Comunidad Autónoma tan rica como la nuestra haya personas que apenas tienen dinero suficiente para mal comer. Resulta asombroso, sobre todo, que un puntal del turismo internacional permita que la marginalidad asome a su súper planificado desarrollo. Pero el dato está ahí, sigue cabezón como pocos asomándose a las conciencias de todos, de todos menos de aquellos que tienen posibilidad de hacer algo para que la cosa cambie.
El último dato es el siguiente: el 16 por ciento de la población canaria, aproximadamente la sexta parte, vive por debajo del umbral de la pobreza, según anunciaron este viernes los miembros de la Plataforma Pobreza Cero. A pesar de que los habitantes del Archipiélago tienen rentas que superan la media europea, el 40 por ciento del dinero lo mueve el 0,2 por ciento de la población. Qué barbaridad. Casi la mitad de todo el dinero que se mueve en las Islas, que no es poco, lo maneja un puñado de personas. ¿De qué cantidad estamos hablando? Es casi imposible de cuantificar, pero son muchos millones de euros.
La Plataforma Pobreza Cero, que ha hecho un excelente trabajo, explicó que esta situación se produce especialmente desde que empezaron los contratos en precario, que provocan una "debilidad estructural" y que en Canarias suponen un 86 por ciento de los realizados en los últimos años. Más vergüenza para las conciencias de nuestros representantes públicos. Si esta cifra no es errónea, que no tenemos motivos para pensarlo, estamos hablando de que la inestabilidad laboral de Canarias y de los canarios es una de las más elevadas de Europa. Eso choca frontalmente con todas las buenas palabras que los políticos lanzan a los cuatro vientos. Choca frontalmente además con el objetivo prioritario de las ayudas que la Unión Europea (UE) presta precisamente para que esto deje de ser así.
En esta nacionalidad, otro dato espeluznante, la pobreza alcanza a 400 mil de nuestros congéneres, de las cuales el 60 por ciento son mujeres, cifra que se mantiene constante en el tiempo, mientras la concentración de riqueza en menos personas aumenta cada vez más. Mientras todo esto ocurre, con pensionistas viviendo en la hambruna más lacerante, los diputados del “parlamiento” (Parlamento canario) vemos como, ¡los pobrecitos! Con sus más que elevadísimos sueldos no “pueden vivir” y se suben los mismos al alza, en un porcentaje de auténtica vergüenza A eso se le llama evolución.
Que en Canarias hay mucha gente que vive por debajo del umbral de la pobreza, muchos pobres para evitar los tradicionales eufemismos, lo atestigua una asociación tan humanitaria como es Cáritas, que a diario, la mayoría de las veces sin medios de ningún tipo, da de comer a miles de personas en el Archipiélago. A todas estas, no hay un solo político que haya salido a hablar con claridad del asunto, tal vez porque a todos ellos les da vergüenza reconocer que estas cosas están pasando aquí, en el paraíso del sol y la playa, en el lugar en el que cualquiera que lo desee se puede hacer rico simplemente con abrir y cerrar las pestañas.
En nuestra modesta opinión, nunca como hoy hubo mayor confusión política en esta tierra. Oscuridad en los caminos de nuestros pueblos y oscuridad en las mentes de muchos de nuestros bisoños rectores. La luz no desciende sobre los mortales. Es el castigo del cielo a quienes, audaces, pretenden invalidarlo todo con su ignorancia disimulada y con su osadía desmesurada.
Pero está claro, si no logras que lo justo sea fuerte, lograrás hacer que lo fuerte sea justo. Y ésta sentencia se hace firme en última instancia, en el alto tribunal popular, que califica de bochornoso espectáculo el protagonizado por nuestros actuales políticos a algunos de los cuales tuvimos la oportunidad de verlos salir tropezándonos en la puerta giratoria de un Banco en las Islas Caimán, del que nosotros salíamos, al que visitamos, como mera curiosidad, en uno de nuestros viajes por todo lo largo y ancho de este mundo. ¿Estaría ese político haciendo lo mismo que nosotros?
Fidel Campo Sánchez