15.8.08

Cambiar el sistema electoral

Que el ínclito Jerónimo Saavedra, presidente del PSOE canario, está chocheando es evidente y si no veamos, en primer lugar, sus encabezamientos en intentonas golpistas contra López Aguilar, Secretario Regional y máximo figura política de la familia socialista en estas ínsulas.
El alcalde Saavedra, por la gracia de las urnas que dieron la victoria a López Aguilar y posteriormente a Zapatero, ha defendido un cambio en el sistema electoral para evitar el transfuguismo y propone que el sistema español incorpore la elección directa de los alcaldes en primera vuelta o en segunda vuelta. La realidad es que ese cambio no acabaría directamente con el transfuguismo, acabaría con la posibilidad de que los tránsfugas determinen cambios en la alcaldía, al eliminar las mociones de censura. No creemos que tal cosa sea un avance democrático, sino un retroceso: cierto que daría más continuidad a quienes cuentan con las preferencias de los ciudadanos y eso es bueno, pero al mismo tiempo petrificaría en sus cargos a los alcaldes, a los viejos carcamales como él, que podrían gobernar al margen no ya de los partidos -eso lo hacen ya hoy- sino también de los grupos municipales, contaminando aún más el sistema de personalismos y tendencias de conchabeos mercantilistas a lo que tan dado son.
Al convertir a los alcaldes en intocables, incluso para sus propios partidos, el transfuguismo que hoy conocemos daría paso -como ocurre en Francia- a dos fenómenos igualmente perjudiciales: la creación de partidos de alcaldes, y el desarrollo de liderazgos perpetuos de quienes logran hacerse con una alcaldía, y la conservan incluso cuando ocupan un ministerio. La otra opción, la de considerar que los cargos son de la partitocracia, sería aún más grave: convertiría el ejercicio de la política en un trabajo propio de robots, eliminando primero la disidencia y luego la crítica, en definitiva una democracia “dictablanda” que diría la esposa del viejodictador.
Todos los sistemas tienen sus problemas y sus dificultades: el de segunda vuelta aporta legitimidad a los gobernantes, que siempre lo son con el voto de la mayoría absoluta, pero provoca polarización social y a la larga dificulta la representación de las minorías, una de las claves de la democracia, a la que tanto Saavedra y la tripartita (PSOE.CCPNC-PP) y sus adláteres son contrarios y puesto de manifiesto en esa Ley Electoral Canaria de máximos, para impedir el paso a las minorías.
La elección directa por circunscripciones -el modelo británico- produce un vínculo muy provechoso entre el elector y su representante, pero adaptándola a lo canario para que se pueda contar con las minorías, algo diferente al sistema británico que las elimina, reduce a cero la representación de las minorías. El sistema español es un mal sistema ya que no es de participación directa: es representativo, y de grupos minoritarios. Por eso, la solución al transfuguismo no es cambiar el sistema electoral. Sí hay que cambiar el sistema, pero por otros motivos. La solución al transfuguismo es confiar en la democracia: que los ciudadanos demuestren con su voto que es verdad que están hartos de transfuguismo y de la desvergüenza que supone, sobre todo en aquellos casos en los que contraría la voluntad popular directa. Aunque no siempre ocurre así: a veces un tránsfuga permite gobernar a la lista más votada, es el caso de los Cabildos Insulares y su actuación podría entonces interpretarse como un servicio a la democracia, por supuesto más legal que los actuales sistemas habida cuenta que es muy difícil encajar que el elector que vote izquierda pueda asumir que éstos se alíen con la derecha ultramontana o los supuestos nacionalistas para formar gobierno, anteponiendo espurios intereses a las ideologías de los votantes, como viene ocurriendo en estas ínsulas de corte totalmente de república bananera, y que mientras el pueblo no asuma el verdadero significado de lo que es y significa soberanía, lo tenemos cada vez más lejos y seguiremos en manos de esa oligarquía retrógrada y caciquil, utilizando a su antojo, lo que es y significa soberanía, que es el ejercicio de autoridad soberana expresada, mediante referéndum en las urnas. La soberanía reside en el pueblo y se ejerce a través de los poderes públicos de acuerdo con el mandato del pueblo y, por supuesto, sin influencias extrañas, foránea y partidistas que intentarán convertirnos en súbditos, haciendo desaparecer los derechos de ciudadanía, de hombres libres para poder elegir su destino como Nación, que es el derecho que tenemos los canarios de nascencia y de integración desde la realidad que nos está tocando vivir y que, necesariamente, no tiene porque significar separatismo, independencia pero si dejar a un lado el viejo fantasma del dependentismo.

Fidel Campo Sánchez