En estos momentos delicados por los que estamos pasando, tiene la Esclavitud una alta misión que cumplir. Misión que como todas las cosas grandes, puede sintetizarse en pocas palabras: velar porque la macha de la Institución en el porvenir, esté inspirada en el amor a Dios, por medio de su hijo el Santísimo Cristo de La Laguna, sin olvidar el engrandecimiento espiritual de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro, vértice de todas las aspiraciones, ¡he aquí el cometido!, medios y fuerzas existen para hacer que se cumpla.
La posición de la Esclavitud en La Laguna, en Tenerife y la importancia numérica de la misma se impondría, garantizando la pureza de una honesta acción cristiana. Para realizar esta obra, el primer factor que se debe considerar es la sinceridad, la buena fe, porque ahora todos, emplearán las mismas ideas, las mismas palabras pero… fijándose bien en quiénes las emplean como tópico, como bandera para cubrir codicias personales, y quiénes ponen en ellas su desinterés y su espíritu.
Es preciso escoger los mejores entre los buenos y dar el ejemplo llevando la Institución, en próximas elecciones, a los más religiosos y capacitados, con criterio renovador, más atentos a sus condiciones morales que de filiaciones sociales t de menos sumisiones.
Un grupo de esclavos que unidos por el amor a su Cristo, olviden diferencias pasadas y se enfrenten seriamente al provenir.
El panorama actual es tan confuso, tan caótico, que nadie puede vaticinar nada. Lo único que se vislumbra con claridad es que el pasado no vuelve y que hay que pensar en renovarse o morir. Por ello, traemos hoy a la memoria, a don Ciro de Ucelay Marcoide, un fervoroso católico, que en tres ocasiones ocupó el puesto de Esclavo Mayor en los años 1928/29 y 1941.
Don Ciro, un euskaldun que nació en Bermeo (Euskalerría) en 1885, donde realizó sus estudios primarios y el bachillerato, para luego en Madrid realizar la carrera de Ayudante de Obras Públicas. En 1908, cuando apenas contaba 23 años, viene a Tenerife, destinado a la Jefatura de Obras Públicas de Canarias, con sede en Santa Cruz de Tenerife, donde realizó una labor excepcional y digna de los mayores elogios. El 8 de diciembre de 1911, contrae matrimonio en La Laguna con doña Dolores Cambreleng y Graham. Fruto de este ejemplar y católico matrimonio fueron sus cuatro hijos, Roberto, Francisco, Dolores y Luisa.
Don Ciro, aunque de origen vasco, formó una familia y un hogar en Tenerife, tierra a la que se arraigó de forma emocional, aportando aquí todo su saber, su dinamismo, capacidad de trabajo, sus relaciones, caballerosidad y honradez, creando a su alrededor un clima de convivencia que animaba a las mayores acciones religiosas que emprendía en beneficio de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna.
Este personaje, canario de integración, dio muestras de ser un fervoroso católico, sirviendo a dos obispos con generosa lealtad, curiosamente muy diferentes: Fray Albino y nuestro entrañable y querido güimarero, Don Domino Pérez Cáceres.
Su labor ingente, siendo presidente de Acción Católica, Adorador Nocturno, miembro de la Noble Esclavitud de San Juan Evangelista, de la Hermandad del Santísimo Cristo y Esclavo de la Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Cristo de La Laguna, donde desempeñó, en tres ocasiones, el cargo de Esclavo Mayor.
Se destacó como un gran entusiasta de la propagación de la palabra de Dios, por lo que fomentó los famosos Quinarios del Santísimo Cristo, gestionando la venida de oradores de fama al púlpito de nuestra Catedral.
Su labor en favor de la Iglesia fue premiada en vida, con la más altas distinciones Pontificias, como el ingreso en la Gran Orden de San Gregorio Magno y del Santo Sepulcro de Jerusalén.
Miembro de la Económica, del Ateneo, del Casino. Popularmente era conocido como el “obispo estampillado”, dada su estrecha vinculación con la Mitra.
El lema de don Ciro, como buen euskaldun (vasco) era el de: ¡levántate y anda”!, pero añadía seguidamente, con gracia, “que pena que para que se hiciera la luna, se necesitaba salir de las sombras con rotación, frotación y puntazo para el polvo”, en los dominios del espíritu.
Le citamos por último, como presidente de la Cruz Roja Local, vistiendo elegante chaqué con bastón de mando y numerosas condecoraciones en el pecho, pasando revista a la Tropas de Camilleros, que desfilaban militarmente, portando picos y palas, barandales de camillas y toda clase de utensilios sanitarios y de primeros auxilios de la entrañable Institución, hoy haciendo una gran labor de ayuda a los inmigrantes También se le recuerda junto al Trono del Santísimo Cristo y, por tanto, pegado a la desaparecida Escuadra de Artilleros, portando su vela de Esclavo de Honor
Hombres así, don Bernardo Álvarez hacen mucha falta. Caballeros con plena masculinidad de ideas y en su práctica rigurosa. Estos son los que inspiran FE, por eso lo hemos traído hoy a estas páginas, en el recuerdo, ya que la fuerza de sus palabras lo hacían diligente para el bien por lo que decimos, enfáticamente: No debemos llamarnos a engaño ni olvidar que las aportaciones deben ser para los pobres, nunca para obras faraónicas, que fueron pasto de las llamas por las irresponsabilidades de los encargados de velar por el patrimonio pues así podremos calmar miserias de los que, hoy como ayer, tienen hambre y sed de justicia.
Pedimos al Cristo que no se olvide ni de nosotros ni de sus Artilleros. AMEN.AMEN
Fidel Campo Sánchez