Los pobres no pueden vivir de las promesas que, les prometen cada vez que se reúnen los países de grandes economías, por eso, como inicio de esta opinión deseamos dejar constancia de lo que dijera el amigo Rafa Lutzardo, refiriéndose al problema y a las reuniones de los G 8: “Las promesas no se comen”, lo que consideramos muy acertado habida cuenta que siempre dicen y prometen lo mismo y, por supuesto, la hambruna que sufren nuestros congéneres es cada vez mayor.
En el año 2000 los líderes de 189 países se comprometieron en el seno de las Naciones Unidad a cumplir una serie de objetivos para el año 2015 – cuan largo se lo fiaron a todos ellos millones de seres que mueren diariamente de hambruna-. Los objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), aún pudiendo ser viables, están muy lejos de cumplirse.
El actual contexto de crisis económico-financiera, unido al reciente incremento de los precios alimenticios y, aunque el barril de petróleo esté bajando, ponen en peligro muchos de los progresos conseguidos y evidencia que son los más necesitados y vulnerables los que más sufren las consecuencias de tal situación. La propia FAO estima que, además de 1400 millones de personas que vivían en condiciones de pobreza en 2006, 100 millones de personas más vivirán este año en extrema pobreza y 75 más pasarán hambre.
Las tasas de población escolarizada continúan estando bajo los objetivos, en zonas urbanas y rurales. De la población sin escolarizar, son las niñas las que ocupan el mayor porcentaje, el 56%, además, de los 113 países que no consiguieron terminar con las desigualdades entre género de educación primaria y secundaria para 2005, se estima que solo 18 lo lograrán antes del 2015. Los niveles de mortalidad de menores de 5 años, aunque parecen haber disminuido, continúan siendo inaceptables, millones de niñitos siguen muriendo todos los años por causas perfectamente evitables: neumonía, diarrea, malaria o sarampión. Un bebé nacido en un país en vías de desarrollo tiene muchas más posibilidades de morir antes de cumplir los cinco años que otro nacido en un país de los llamados desarrollados. Entre 1900 y 2007, la mayoría de países, entre ellos en África Subsahariana, no han hecho ningún progreso. Es el continente que registra las más altas tasas de mortalidad materna.
Con estos datos que damos a groso modo, el pasado 26 de septiembre tuvo lugar en Nueva York la cumbre de las Naciones Unidas para la revisión del estado de los ODM. Se puso de manifiesto, lamentablemente, que estos compromisos están muy lejos de ser alcanzados y probablemente ni se van a cumplir. Por el contrario, nosotros opinamos que terminar con la pobreza es posible, muy posible.
Podemos ser la primera generación capaces de erradicar la pobreza pero… para eso, es necesario que los compromisos ya adquiridos se cumplan, compromisos que pasan por invertir en desarrollo humano y sostenible, como se suele decir darles la caña para que puedan pescar. Además se hace necesario una revisión a fondo del sistema de libre comercio, del liberalismo para poder defender los intereses de las personas y moverse en las reducción de las deudas externas y ayudar a las implantaciones de
Nosotros como ciudadanos tenemos el derecho y también el deber de presionar a los responsables políticos para que sean solidarios de verdad y cumplan las promesas y los compromisos adquiridos. No debemos, no podemos quedarnos con los brazos cruzados, ante tanta injusticia y canallada de los poderosos. Y las indiferencias de las partitocracias más al servicio de los poderes económicos que a los problemas sociales.
Nos unimos a todos aquellos que creemos que otro mundo es posible, que acabar con la pobreza no es una utopía, sino una cuestión de voluntad y amor al prójimo, y a veces, ese prójimo lo tenemos en casa cual son esos 500 mil canarios que mal viven bajo el umbral de la pobreza, en la hambruna, con pensiones no más de 400 euros la mayoría, mientras que los dirigentes políticos perciben de media 3000 euros mensuales y encima y para mayor vergüenza nos piden nos apretemos los cinturones mientras que ellos no se les cae la cara de vergüenza de congelarse los sueldos. De pena y vergüenza ajena que es la peor de las vergüenzas., que, indefectiblemente deben llevarnos a rebelarnos contra esos sistemas o modelos económicos que hacen que haya tanta miseria por esos mundos de Dios.
Fidel Campo Sánchez