La paz como ausencia de toda guerra se ha mostrado tan estéril como impotente cuantas veces ha sido declarada. La paz siempre se ha forjado sobre mentiras paralelas a la justificación de la guerra misma.
El 1 de abril de 1039 estalló la paz, título de un libro de Gironella, en el Estado español y con ella los muertos se multiplicaron en cualquier camino y por cualquier razón de los ganadores. De ganadores y vencidos están llenas las justificaciones de las muchas paces declaradas. Las cárceles franquistas nunca tuvieron más inquilinos y las cunetas más muertos que una vez declarada la paz.
En el 2003 los Ejércitos de Estados Unidos y Gran Bretaña con el voto del presidente del Estado español, José María Aznar llevaron a cabo la invasión y el genocidio en Irak, una guerra anunciada y consentida desde la intromisión por el resto de mundo. La misma ONU cuya resolución 1441 dejaba tímidamente entreabierta la violación del Derecho Internacional, la guerra para entendernos. En Irak y en paz murieron miles de niños por un bloqueo que no necesitamos revestir sus intenciones para validar intereses por petróleo, alimentos y medicamentos. Por esos intereses se llenaron las fosas las tierras iraquíes y de dólares de la codicia de las multinacionales del petróleo y sus derivados llegando a producir, por la mala conciencia de los “soldaditos” internaciones, Bush-Blair-Aznar (los tres de las Azores) y los silencios de
Harto complicado es intentar comprender el mundo y las fuerzas que lo rigen. Si nos preguntaran si la paz es mejor que la guerra, estamos seguros que todos contestaríamos afirmativamente; sin embargo, a pesar de este sentir mayoritario, parece que nos empeñamos en hacer todo lo contrario: la guerra.
Parece que nada es como la razón nos dicta que debería ser; parece que el mundo fuera una gran paradoja. Y paradoja es que el pueblo judío, después de haber sido víctima de un horrible genocidio, sea ahora ejecutor de incontables inocentes palestinos, demostrando con ello no haber aprendido nada de su terrible historia. Paradoja es que en las tierras donde nació la cultura cristiana de la paz, el perdón, la caridad, la concordia y el amor al prójimo, sean ahora las tierras del odio, la venganza y el terror, por mor de los fundamentalismos de un lado y de otro.
No conocemos en detalle la historia de este enquistado conflicto, y por tanto, no pretendemos juzgar el grado de culpabilidad que tiene cada uno de los contendientes, en esta locura vergonzosa, si bien creemos que las culpas y las consecuencias son compartidas. Pero si queremos afirmar que, de momento, en el mundo hay espacio para todos, y no deberían existir razones para seguir derramando lagrimas y sangre, por cuestiones del vil metal o fanatismos religiosos de todo tipo, tanto de comunidades israelitas, musulmanas, cristianas e incluso católicas.
Así entre
Finalizamos con Cicerón:” Siempre la mala paz es mejor que la guerra”. Y desde entonces Cicerón y muy a pesar de pacifistas como Chandi, el mundo ha continuado generando muertos, hambrunas y miseria por la paz y la guerra.
Fidel Campo Sánchez