19.11.08

DIA INTERNACIONAL DE LA INFANCIA Y SOLIDARIDAD CON LA DEL TERCER MUNDO

Vivimos días muy convulsos en los que el concepto de aquellos valores de Familia y de Hogar ha llego a unos límites de casi su desaparición. Yo no existe amor y respeto, cada cual, y nos referimos al matrimonio, camina por su lado inmersos en una sociedad de consumo en la que no puede faltar el coche y hasta la hipoteca del piso, aunque todo ello suponga abandonar, dejar a un lado responsabilidades familiares, como vemos ocurre para con abandono de familia poder mantener un nivel de vida superior a las necesidades para vivir por encima de posibilidades.

En este día 20, deseamos dedicar este artículo a meditar sobre los tiempos difíciles para la infancia y a la vez, mostrar nuestra solidaridad y llanada a los Gobiernos, con la infancia del tercer mundo.

Infancia, periodo de la vida humana que va desde el nacimiento hasta la pubertad. Es esta fase se distinguen a su vez dos periodos, primera y segunda infancia, en la que el niño experimenta una serie de cambios tanto físicos como síquicos. El paso de primera a segunda infancia físicamente viene definido por finalizarse una etapa puramente informativa y egocéntrica con lo que el individuo se integra a la sociedad. El término de la segunda infancia supone físicamente alcanzar la madurez sexual y síquicamente la toma de conciencia del propio sexo, el predominio de la razón y el liberarse de la presión familiar, que cada día se viene alargando más y manteniendo la dependencia familiar, la de los padres.

Ya los persas, egipcios y judíos protegían la infancia debido a sus creencias religiosas. No ocurrió así en Grecia y en Roma donde la vida y la libertad del niño no fueron protegidas, con anterioridad al cristianismo. Con el catolicismo de aquella religión de Estado de Constantino la legislación fue más benigna, indudablemente por la incorporación de parte de los cristianos que se sumaron a su proyecto de nueva religión: cristianos, política de Estado más proclive y contraria a la práctica de no abandonar de los niños subsistió aunque con limitaciones.

Ya lo decía Juliano que se noten las protecciones a la infancia, por parte de los entes públicos ya que está en peligro

Flavio Claudio Juliano que era nieto del emperador Constancio y de su esposa Teodora, su padre, Julio Constancio, era hermanastro de Constantino. Nació en Constantinopla en mayo del 330 d.C. Un complot militar acabó con la rama teodoriana de la familia, salvándose Juliano y su hermanastro Galo por circunstancias.

Cuando los padres abandonaban a sus hijos, el que los recogía podía venderlos como esclavos o respetar su libertad. ¿Será por desventura el no respeto a la libertad de los niños el que podamos ver en esa guerras genocidas-raciales por ciertas partes del mundo, el que los veamos convertidos en soldados, como esclavos, al servicio de crueles dictadores, sin que nadie haga lo necesario para evitar tanta crueldad?

La costumbre de abandonar en la puerta de las Iglesias se inicia en el siglo XV: eran acogidos en los asilos junto con los enfermos y los pobres. Posteriormente, son atendidos en establecimientos especiales como los que se dedican a ayudar la infancia inadaptada, aquella que durante años en la readaptación de menores fue abandonada a la iniciativa privada. Posteriormente los tribunales tutelares de menores fueron asumiendo esta función hasta nuestros días, pues, aparte de escuelas para discapacitados, deficientes sensoriales y otros hace que actualmente podamos notar las protecciones a la infancia

Se plantea de inmediato la auto conciencia educativa, una tarea de reflexión para quienes tienen la responsabilidad de educar a los hijos, es decir: ¿Qué valores rigen efectivamente mi vida? ¿Qué es lo que yo quiero hacer con mi vida? ¿Cuál es mi proyecto como persona? ¿Qué nos hemos planteado con mi esposa como plan para nosotros? ¿En qué valores esta basado este plan? Las respuestas pueden ir desde la proyección profesional y económica, hasta cuestiones más afectivas, más personales y trascendentes como es el poner los derechos de la infancia por encima de apetitos personales.

La historia de nuestros hijos no comienza pues propiamente con su nacimiento; inicia con nuestras propias historias personales y se van nutriendo de las vivencias que vamos transmitiendo a diario; de la conciencia que tengamos de esto y del poder de rectificarnos en primera instancia a nosotros mismos, estará la posibilidad de hacer un trabajo formativo que responda a la trascendencia de la persona. La formación de los hijos comienza pues con la propia educación, con la atención constante a nuestros propios valores que a la larga son los que aprenderán los niños.

Sin lugar a dudas los padres van a ser los modelos, los referentes más significativos de los hijos, y son ellos los que validaran, o no, con su vida lo que van enseñando. La coherencia de ambos en la vida cotidiana es el factor básico en la formación de los hijos, para ello la sobriedad en nuestro estilo de vida, el control de los propios impulsos, la perseverancia en los compromisos adquiridos, la defensa de los valores, el dialogo, la vida de fe, entre otros, deben entenderse no como un acto de heroicidad, sino como parte de la propia vida, pues hay que ser conscientes que los hijos, desde la infancia, necesitan no solo la protección de los padres, la familia como unidad perdurable, sino que a medida que van creciendo, desarrollándose necesitan el apoyo permanente de sus protegenitores ,que siempre los consejos sean recibidos en el hogar y nunca en la calle. Por todo ello los padres, la madre o el padre deben compaginar los horarios de sus trabajos con la llegada y permanencia de sus hijos de los colegios que, posiblemente en muchos casos, necesitarán su ayuda y consejos y así evitar que sean aconsejados en la calle con alucinógenos y otras porquerías que destrozan el ser humano.

Otra cuestión que no deseamos olvidar el de la pobreza extrema de de aquellos que un años más pasarán más indigencia y abandono, como consecuencia de los incumplimientos de las ayudas de los países ricos, denominados como del primer mundo, que no hacen nada absolutamente nada para resolver el problema, no solo de la hambruna sino y además el de esos miles de niños que a diario mueren de hambre, por falta de comido, de agua y de enfermedades. El no hacer nada por esa población sin escolarizar, en las que ocupan las niñas el primer lugar, además de 113 países que no consiguieron terminar con las desigualdades entre género en la educación primaria y secundaria.

¿Cuándo acabaremos bajar los niveles de mortalidad de niños que, aunque han disminuido en los últimos años, continúan siendo inaceptables. Millones de niños siguen muriendo todos los años por causar perfectamente evitables: neumonía, diarrea, malaria o sarampión?. ¿Seremos capaces, dentro de tantas incapacidades de los gobiernos de turno, de acabar con las diferencias de un bebé nacido en un país subdesarrollado que tiene 13 veces más posibilidades de no cumplir los cinco años que uno nacido en un país desarrollado?

Con estos datos, groso modo, los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de presionar a los responsables políticos para que cumplan las promesas y los compromisos adquirido para defender los derechos de la infancia consagrados en la Declaración de los derechos del Niño, proclamados por la Asamblea General de 20 noviembre de 1959.

Y a los dirigentes del Mundo, los del G20, debemos recordarles que “hechos son amores”…y no buenas razones para eludir sus obligaciones con el tercer mundo

Fidel Campo Sánchez