Estamos de nuevo como todos los años por estas fechas, en
Nos estamos refiriendo a toda una legión de laguneros de nascencia e integración, que sin pensarlo habían formado una particular Cofradía, convirtiendo a la ciudad en un viejo templo, que daba culto, con amor y respeto, al arte del buen beber.
En
Y es que nuestra ciudad siempre olió a buenos vinos y a entrañables rincones, donde se improvisaban tinglados con su mostrador, sobre el que descansaba un garrafón de dieciséis litros, con la singular manguerita de goma, cuyo fin era extraer esos maravillosos caldos, nacidos al conjuro de San Andrés.
Así traemos al recuerdo de la tasca (taberna) de Ernesto en la calle
Bebedores muchos, borrachos casi ninguno, pero todos recorriendo las estaciones de un auténtico vía crucis, cada tarde, con media botella de vino delante y un buen armadero, que don Manuel Figueredo definía: “Hay que armar el cuerpo para recibir la envestida del vino”
Lo que queda claro es que en la ciudad universitaria, todas las tardes, con las botellas de vino en las ventas y en las tascas, se dio forma a la popular letrilla:”
Las populares “cabrillas” de secano, como las solía llamar el maestro Juan Cachimba, que no son otra cosa que una cucharada de gofio en polvo, tras la cual entrará el vino como Pedro por su casa
En aquellos mostradores de Pepe el gago, de Pancho Fraga, de Juan Catalina, casa Ramón, el Puntero, hacían guardia y no faltaban a la cita, muchos personajes como Fagó, que engañaba el hambre comiéndose los armaderos que trincaba, ya que el vino estimulaba sus sueños de grandeza para auto proclamarse general. De esta forma Daniel el huevudo recibió un cachetón, por cuadrarse y decirle que no había novedad. Fagó le increpó diciendo:¡Quién le ha dado a usted permiso vestir de paisano!
También recordaremos a Rafael el loco, luciendo sus medallas en la solapa u otro personaje conocido por Ferrer. Pun, que miraba con suficiencia a los desgraciados que le rodeaban. Y como no recordar a aquellos personajes insignes como Fariña, el barbero más ocurrente y coñon que ha gestado
Por último, como olvidar a aquellos célebres personajes que se erigieron en maestros de ese arte, como don Víctor Núñez, sombrerero de oficio y viticultor de devoción y don Ramón Matías que alumbraron vinos que honraron a nuestra ciudad y al venerado San Andrés. Asimismo el gran Panchito, el hombre que más animaba al “Hesperidito”, visitando, el día de San Andrés a todos los que llevaban este nombre, para cobrarles la cuota para poder comprar castañas y coger “otra” con un buen garrafón de vino de Tegueste, o de Tacoronte y hasta alguna botellita de Taganana.
Y ya camino de Tegueste, rebasando las Canteras, en casa de Balbina, con unos burgados oliendo a mar como armadero y mopa con alfileres para que los clientes los sacaran de su pequeña caracola, donde paraban con frecuencia Ignacio y Antonio Godiño, Francisco Fajardo, Melchor Luz, Ramón Cáceres y Temistocles el albino.
En el antiguo Calvario de Tegueste, cerca de la finca de don Eduardo Tacoronte, más recientemente conocida por “Casa Pano”, con su bacalao guisado, papas y batatas, arroz de pobres, bubangos y papas rellenas y un goloso gato moca de postre, donde tomaban asiento Marino Mesa, Pepe Betancourt, Evelio Cabrera, Domingo Laguna.
Muchos se buscaban los lugares donde fue plato preferente la carne de cabra. Rn esos guachinches insignes pudimos ver a Pepe Mederos, Horacio Cabrera, Chanito Barranco, Manuel el campanero que era capaz de comerse medio caldero de carne, amén de una bandeja de chicharros fritos y fríos, de más de dos kilos, por una apuesta.
Por aquellas guaguas encarnadas de los Oramas, se apeaban en la parada de
En el recuerdo por San Andrés, una apuesta que hizo Nino el Curita, de zamparse veinte huevos, uno detrás de otro, sin pestañear…
Finalmente, el Bodegón “
Nuestro recuerdo a don Antonio Izquierdo, a don Salvador Iglesias, a don Ramón Ascanio, don Sebastián Martin Neda, a los que siempre saludaba Juanito Cabeza con singular Voz: ¡Adiós y a su ordenes.
Fidel Campo Sánchez