En primer lugar, todo símbolo es arbitrario. No existe ninguna razón de naturaleza que justifique nuestra nacionalidad en esos colores. Pero sí existen razones históricas. En un momento dado, uno de los independentistas más notables y controvertido de nuestra Nación tuvo la feliz idea de crear una bandera para los canarios, que, casualmente, proceden de los tres colores de una de las enseñas o banderas de la ciudad de San Cristóbal de
Al estar ya cercana la celebración de
Viene esto a colación de la iniciativa tomada por los Ayuntamientos de la derecha canaria y el Cabildo Insular de Canaria, versus Soria y Llanos en Santa Cruz Tenerife de haber ubicado un mástil enarbolando una bandera española, la roja y gualda (sin el escudo franquista, como hubiera sido el deseo de algunos nostálgicos) en esta nacionalidad, antes de las pasados comicios, en provocantes manifestaciones de poderío del nacionalismo español, que contrasta con la apatía que vienen demostrando los que se autodenomina como nacionalistas, esos de CC-PNC o los del Puerto de
Este hecho, que debería ser una acción cotidiana se observa como noticioso ya que, desde hace tiempo las banderas han venido siendo utilizadas como arma política por parte de los partidarios en exclusiva de la bandera española o y de la enseñanza nacional Canaria. Un fenómeno muy localizado, puesto que en los países de nuestro entorno, la bandera, tanto una como la otra, son observadas con gran respeto y que nosotros debemos utilizar como elemento aglutinador y no de peleas “traperas” de cuál es la mejor y cuál debe ser la única a ondear, mientras los canarios no seamos capaces de ubicarnos en la realidad evidente, cual es lograr la unidad en el camino de la soberanidad.
Es grato comprobar cómo estos símbolos se están exhibiendo públicamente por la sociedad como motivo de orgullo en múltiples eventos de todo tipo, y no solamente en manifestaciones política sino y, además, en el ámbito deportivo. Lo que para unos era vergonzoso y susceptible de ocultamiento y para otros una exclusividad mal utilizada, se va despojando de malentendidos y convirtiendo en normalidad, que de momento ondeen juntas pero no revueltas en orden a evitar fundamentalismo esos sectarismos radicales que venimos padeciendo como síndrome o conjunto sintomático de perdida identitaria.
Pero aun queda camino por andar. Bienvenida sea esta iniciativa que servirá para quitarles a "unos" miedos y complejos, y a "otros", argumentos sectarios y fundamentalistas. Ya es hora de que entendamos que las banderas, las de todos, además de otros símbolos constitucionales, deben ser elementos de cohesión y no de discusión cansina que lo único que se logra es lo banal e irrespetuoso en la libertad de opinión.
La aspiración de reformar
Fidel Campo Sánchez