A los pueblos los definen las tradiciones. Cuando comenzaba el mes de diciembre, La Laguna se preparaba para conmemorar como cada año por estas fechas, con el programa previsto, la fecha tradicional del Nacimiento de Cristo, nuestro hermano mayor.
Las Navidades de hoy se han convertido en tiempo de pavo, caviar, salmón, de whisky, de copeo sofisticado y de turrón, más de importación que de Tacoronte.
Un pueblo que mantiene sus tradiciones vivas es un libro abierto, donde queda dibujada su personalidad. La Recova de La Laguna, alteraba la costumbre de todos los días y hacía realidad aquella antigua copla:
“Bajan del Norte los tiernos cabritos/hasta la cuna del niño chiquito”
En los años cincuenta la Recova era precursora de la llegada de las Navidades, pues, con bastantes días de antelación, se exponían en los puestos de Juan el marchante, Basterra, Domingo el Sheriff, Felipe y Manuel el sordo, los cabritos traídos de las montañas, las morcillas dulces y gordas, el queso fresco, los ñames, los gallos negros atados por las patas, los conejos… Mientras, sonaban en aquellos aparatos de radio y transistores de la época los primeros villancicos navideños, dedicados al Niño Jesús, con su correspondiente sonsonete discordante, cantado por el general Fagón, que cuchicheaba con monótono run… run, entre vapores de vino, lo de: “Seña mariquilla, la pantorrilluda/se mea la cama y dice que suda”
La Laguna, se convertía en efluvio (aura), con personajes, lugares, anécdotas, que merecen la pena recordar. De los armarios y alacenas se sacaban botellas de mistela, invitando a los vecinos, amigos y familiares con copitas y rosquetes, truchas rellenas de batata y cabello de ángel, castañas peladas y guisadas, calentitas y oliendo a matalauva, mientras por las puertas de las casas desfilaban Panduro, Sanabria, Lorenza, Barrilete, Elvirita, Vende el Macho, que a la sombra de la Navidad calentaban la pajarilla, pues el frío arreciaba en esos días y se soportaba con ríos de licor de ruda
Y todos contentos, como ocurría con las campañas de la Catedral, las de la Concepción y Santo Domingo, mientras se echaban a la calle las parrandas de familias y amigos, con guitarra, bandurrias, timples, panderetas, triángulos y castañuelas para cantarnos villancicos emblemáticos de las Navidades isleñas, como el conocido “Lo Divino”, de don Fermín Cedrés. Que tanto entonaron los veteranos cantores del Orfeón La Paz: Enrique Simó, José Alayón, Miguel Feria, Manuel Hernández, Agustín Santana, entre oteros.
En nuestros recuerdos, ampliados con investigaciones, aquellas Navidades de antaño, está la sorprendente parranda formada en la funeraria de Mederos, donde todos los días había tertulia formada por personajes con voz sonora y excelente entonación que aglutinaba su dueño, el empresario funerario Pepe Maderos. Allí se organizó una parranda para recorrer las calles en busca del aguinaldo para los necesitados.
Aquellas voces de Luís Ramos, de Jorge el Margara, de Luciano, de Manolo el campanero, de Nicolás Hernández, con su violín, guitarra, bandurrias y Jeromito con su botella de “Anís del Mono” vacía, que rascaba y raspeaba con un tenedor, mientras el grupo en su recorrido, cantaba con tal lirismo y pulcritud, que aún hoy, después de muchos años pasados se recuerda en La Laguna con emoción y añoranza.
Todo este barullo, confluía en la Misa del Gallo de la Concepción. Mientras la campanas repicaban, a medianoche la Misa del Gallo, que culminaba con una procesión alrededor del Templo, con participación de los pastores, monaguillos y sacristanes, como los hermanos Juan y Luís Marrero, a la vez que don Maximiliano Darias Montesino portaba el Niño Jesús bajo Palio.
En diciembre, tras la Navidades, tenía lugar la celebración de los Santos Inocentes, donde los laguneros y laguneras gastaban las coñas más ingeniosas (Fariña, Penedo, Oliva…) y al concluir el año, en Nochevieja, con sus bailes tradicionales, en el Teatro Leal y sus grandes cenas en el entonces elegante Hotel Aguere, bajo la dirección del famoso Luis el de la marquesa.
En nuestra ciudad, la vida sigue tal cual y volvemos a repetir la frase anual y que en esta ocasión es: ¡Le deseo de veras, querido nuevo Alcalde, clérigos incluidos el obispo, artilleros y en el recuerdo también a la Escuadra de Gastadores del Cristo, lagunares y laguneras en general, unas felices Pascuas!
¡Lo mismo le decimos! ¡Oiga, cuando esto pase, no se nos ausente sin abonar aquella cuenta pendiente!
¡Que va, querido amigo. Y usted tampoco!
Fidel Campo Sánchez