La sesión de control parlamentario al Gobierno mostró el pasado miércoles el cambio que se ha producido tanto en la situación del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero como en la actitud que ante él mantienen el primer partido de la oposición que no es de extrañar pero si en los demás grupos a los que a sacado de quicio por excesivas actitudes presidencialistas. Tras las generales de marzo de 2008 la política española dio paso a una etapa de notable distensión comparándola con la crispación vivida durante la legislatura anterior. La segunda victoria electoral del actual presidente le permitió afrontar inicialmente su nuevo mandato con la confianza de sumar a sus escaños los de otras formaciones dependiendo del tema y del momento. La segunda derrota de Mariano Rajoy obligaba a éste a moderar su política respecto al Gobierno explorando líneas de colaboración o coincidencia con él. Pero, a medida que el Ejecutivo se ha quedado sin los votos del PNV y no ha podido presentar apoyos alternativos, el desgaste político causado por la crisis y los errores propios han llevado al PP a adoptar un tono más crítico en su acción opositora, mientras los demás partidos optan por esperar acontecimientos.
La debilidad que trasluce el Gobierno de Zapatero es toda una invitación para que la formación de Rajoy intente ganarle la partida en las sucesivas elecciones que darán inicio con las europeas del próximo junio. Como si la sensación de fracaso e impotencia que atenazó al PP inmediatamente después de las generales de 2008 hubiera dado paso a la vivencia de su segunda oportunidad. Tal estado de cosas no sería arriesgado si la sociedad española no estuviese soportando el implacable embate de la crisis global. Una crisis cuyas evidencias de hoy constituyen un severo reproche a la obstinada tardanza con la que Zapatero ha ido admitiéndolas durante año y medio hasta llegar a un pacto impresentable, entregándose en los brazo del PP., con la barbaridad que se está cometiendo en Euskalerría, que ya en las Cortes Generales y el no haber guardado las formas que se requieren en diplomacia con el asunto Kosovo. España no es Hungría ni la República Checa, pero las crisis de gobierno provocadas en los países del Este europeo representan una seria advertencia sobre el alcance político de las dificultades económicas. El Gobierno lleva razón cuando objeta que el PP no está aportando propuestas diferentes a la acción contra la crisis, ¿entonces y a santo de que ese pacto en Euskadi?. Pero corresponde al Ejecutivo de Zapatero evitar que la recesión y sus efectos se conviertan en argumento propicio para un deterioro del clima político, asumiendo de manera sincera y consecuente posiciones adecuadas y en general con los que pueden ser sus posibles socios, para llevar adelante la gobernabilidad: PNV, IU, CIU y CC., éste último, con las inteligentes actuaciones Anita Oramas está situando al PSOE a un cambio de Gobierno en estas peñascos atlánticos, pese a las obstinaciones y casi gansadas de los socialistas en el último debate sobre la nacionalidad, en la que demostraron que viven ajenos a lo que su Partido Político pacta en la Metrópoli, a juzgar por sus ninguneos aquí en estos peñascos, donde, no tardando mucho pactarán un Gobierno de Coalición con los, ¡para ellos!, apestosos nacionalistas.…
Fidel Campo Sánchez