16.3.09

No hay efecto sin causa

Aún en la vida diaria no hay “efecto sin causa”. Jamás deja de cumplirse. Es una leu absoluta, una constante de todas ls ciencias, de la misma naturaleza de las cosas, de la más elemental filosofía y hasta del pensamiento más rudimentario.

Ahora bien, hasta aquellos que piensan poco o casi no reflexionan se dan cuenta que el mundo está convulsionado, que la paz está ausente, que las naciones tienen cada vez más problemas, que el mundo está loco. Los que piensan un poco ven las cosas que suceden en el mundo son muy graves y que no alcanzan un análisis superficial para explicarlas. Lo que no sugiere aquello de Adán:”Quién te dijo que estabas desnudo, a no ser que hubieras comido del árbol del cual te mandé que no comieras?

El hecho de que, casi a diario, sea noticia que jóvenes de corta edad cometen crímenes horribles debiera hacernos recordar el principio lógico: «no hay efecto sin causa», y tratar de encontrar las causas de tan nefastos efectos para tratar de evitarlos. Nuestra larga experiencia de la vida y como padres de familia numerosa (8 hijos) nos ha hecho ver que el comportamiento y el rendimiento de los niños están muy relacionados con el nivel educativo de los mismos, tanto por parte de los padres como de los colegios, en segundo lugar y también importante

Entendiendo por educación la asimilación de los valores humanos, la solidaridad, el respeto de los derechos de los demás y el cumplimiento de los propios deberes.

Lamentablemente, en la actualidad, la calidad de la enseñanza, para un alto porcentaje de alumnos, se ha degradado, tanto en el aspecto intelectual como en el moral, pues, parece preocuparles únicamente el conseguir sus caprichos sin evaluar los procedimientos para adquirirlos. Dicho de otra manera, han politizado su vida mal interpretando el concepto de libertad.

A nosotros no nos sorprende que se haya eliminado de los Centros de Educación la asignatura de Religión, a pesar de que miles de padres y la Conferencia Episcopal católica se oponen a ello, y creemos que sería interesante saber el porcentaje de jóvenes que cumpliendo con los principios cristianos: amar al prójimo como a ti mismo, no robes, no mates no levantes falsos testimonios, no mientas, etc. se ven implicados en tan desagradables acontecimientos. Quizás este dato haría recapacitar a los responsables de la Educación religiosa a poner en práctica el sabio dicho popular: "rectificar es de sabios”, pues es necesario no estar siempre pensando en los celajes y más en la pragmático, en la realidad de una nueva sociedad en las que se debe incidir de manera considerable en los valores y no en el sectarismo religiosos de cualquier tipo.

FIDEL CAMPO SANCHEZ