Recién cumplido el aniversario, el primer año desde las últimas elecciones generales, ha dado paso a los primeros indicios de serias dificultades para el Gobierno de Rodríguez Zapatero; indicios que derivan de su gestión política frente a la crisis, de los síntomas de agotamiento que evidencia parte del Ejecutivo y de los límites parlamentarios a los que se enfrenta. Junto a ello, la salida de
La combinación entre el liderazgo marcadamente unipersonal ejercido por Rodríguez Zapatero y ministros que pasan desapercibidos en la vida pública no sólo aconsejaría un cambio de los titulares de unas u otras carteras ministeriales; invitaría también a modificar la propia concepción que el presidente ha mostrado de su función institucional y de la del Ejecutivo hacia un acción más compartida de gobierno. La pérdida de determinadas votaciones en el Congreso y en el Senado que se agravarán fundamentalmente con ese pacto contra natura, en el país vasco está siendo algo más que anecdótica, porque refleja las limitaciones a las que se enfrenta un Gobierno que desde el momento de su constitución pronto un año, eludió un pacto parlamentario estable que le garantizase el tránsito hasta 2012. Es previsible que pase el PNV a la oposición en el País Vasco y la más que probable designación de Patxi López como lendakari se ha convertido, a tenor de la bronca intervención de ayer del portavoz peneuvista, Josu Erkoreka, en causa de una inestabilidad parlamentaria que no cuenta, además, con una alternativa inmediata. Lo que obligaría a apurar la indecencia de las vías de entendimiento con el PP y el caer en sus brazos significará hacerse el harakiri y como consecuencia la preparación para, en un posible adelanto electoral, el retorno a una larga travesía por el desierto de no reconsiderar posturas y técnicas parlamentarias que, necesariamente, desemboquen en volver la vista al nacionalismo vasco, catalán, gallego y el canario, como esteo para la permanencia.
Fidel Campo Sánchez