4.4.09

RÉQUIEM POR LEONCIO BACALLADO ARÁNEGA

No nos pregunten por el desconcierto que aflora en nuestros sentimientos, pero el día veinticinco de marzo, oímos comentar al amigo Zenón, lo siguiente: ha muerto Leoncio Bacallado Aránega. Tenía Leoncio, un gran valor como persona, que lo hacía acreedor de la estimación de todos los que lo conocimos. Era hombre bondadoso, simpático, inspirado. Su afabilidad tenía toda la fuerza y su modo de ser tan agradable, que hacían de él una figura más que representativa en La Laguna.

Pero además Leoncio, fue un cantor de nuestra tierra, dominaba la técnica de los instrumentos y ritmo musical. Su voz se engrandecía al evocar los aires tinerfeños por donde se deslizó desde su mocedad.

 Con palabras emocionadas y conmovedoras que nos llevan a tributar un recuerdo efusivo y caluroso, tenemos que tributar un recuerdo emotivo y doloroso, al cantor de nuestra tierra que enmudeció ya para siempre. Y era el mismo que nos saludaba hace más de cuarenta años, en nuestros paseos laguneros, por Bajamar, en la Punta del Hidalgo, donde nosotros pasábamos algunos veranos. Allí, en la famosa curva de Sabanda y frente al castillo almenado, propiedad de don José Peraza de Ayala, se reunían un grupo de muchachos alegres y bullangueros, entre los que se encontraban sus hermanos, Antonio, Juan José (ilustre biólogo) y el propio Leoncio, para cantar e interpretar con sentimiento, nuestros aires típicos canarios. Asistían a estas improvisadas y divertidas parrandas Enrique Martín (el peta), Julio Alonso (el cuijo), Juan José (el calzones), Falo Perera (el puntero), Miguel Lemus (el tejinero), Enrique Lecuona (enriquito), Julio Fajardo (de la Bodega de Julián), Dacio Ferrera (la voz de Aguere), Ramón Torres (la viga), Miguel Cambreleng (garra-garra). Ese fue y no otro el germen que dio lugar al inicio del Grupo de Los Sabandeños, cuyos primeros ensayos, los dirigió el popular padre José Miguel Adán (cura guapo) en el Ateneo y que luego dirigió y sigue dirigiendo Elfidio Alonso (ofidio)

Este era hijo de don Leoncio Bacallado, cuya Casa de Semillas, se encontraba ubicada en la popular calle de Herradores, en una casa de dos plantas, junto a la hoy sede de Almacenes Whebe, donde recordamos ver entrar y salir a muchos campesinos en busca de las preciadas semillas, que despachaba también el hermano de don Leoncio, conocido por don Polo, que se ocupaba al propio tiempo de sus plantaciones dedicadas a tal fin, ubicadas en el vecino Municipio de la Esperanza (El Rosario).

Nunca hubo un grupo en La Laguna de aficionados a la música canaria tan considerado y simpático, que expresaran tan bellamente sus sonidos. Ha venido a ser en este tiempo cuando un grupo de laguneros tan alegres se han abierto paso y se han dado a conocer con su propia fisonomía, allende los mares, como es el caso de los Sabandeños. Antes hubo individualidades vigorosas, pero la cosa de grupo, de escuela, la expresión de la raza, la que califica a una nacionalidad espiritualmente, no se produjo hasta hoy. A estos laguneros y tinerfeños de pro, perteneció Leoncio Bacallado.

Descanse en paz, el cantor de nuestra tierra que desgraciadamente enmudeció ya para siempre y, ¡caso singular!, al mismo tiempo, en los días precedentes, en que sale la Imagen del Señor de la Cañita, a la que también estuvo vinculado y con él habrá pasado el camino de la eternidad, entregando su alma a nuestro Padre Celestial.

Reciban su esposa, Teresa Pino del Río, sus hijos, Leo y Sabela, su nieta Nayra y sus hermanos Juan José Y maría Candelaria, nuestro más sentido pésame y una oración ante el Santísimo Cristo de La Laguna, por la salvación de su alma. AMEN.

FIDEL CAMPO SANCHEZ