28.10.09

HIPATIA DE ALEJANDRIA Y LA INTOLERANCIA.

Reconocemos que nos encontramos deslumbrados por el personaje de Hipatia de Alejandría (355-415 d.c) hace que lo clásico se convierta en pasión. Se trata de un personaje representativo de la cultura helenizante a punto de sucumbir bajo el empuje del cristianismo, hoy catolicismo que abdujera (secuestrara) el emperador romano Constantino desde el mismo momento en que tuvimos conocimiento, a través de la revista de historia del “National Geographic” que leemos principalmente. No por los datos que conocimos de su vida, que también, sino por el hecho de que una mujer alcanzara tal reconocimiento en una sociedad tan machista como la de aquella época.

Con tales presupuestos nos personamos en un cine para ver la película Ágora, de Alejandro Amenábar, en un cine y sentimos decir que nos dejó entre frío y caliente. La película, un dechado de buen gusto tanto en la recreación de la vieja Alejandría como en la puesta en escena de la sociedad de la época, adolece, como casi todas las películas históricas, de una serie de anacronismos históricos. Pero no es de eso de lo que querríamos reflexionar, sino de intolerancia.

La intolerancia de los cristianos (católicos) de aquella época no nos pilla por sorpresa, pues muy poco se diferencian de los actuales, sobre todo las cúpulas de fariseos Ni de esa época, ni de otras muchas posteriores. La intolerancia religiosa de los católicos está documentada en muchos libros, novelas bien documentadas y artículos históricos. Muchos lo llegaron a sufrir en sus carnes en los tiempos del nacional catolicismo franquista y más hacia atrás en las Cruzadas y la Inquisición, los “campeones Mundiales de Cien Metros Bajo Palio”. Vamos, toda una vida, y muchas más.

Lo que sí nos llama la atención es que, históricamente, siempre que se juntan religión y poder, termina la historia en un derramamiento gratuito de sangre. No hablamos sólo del cristianismo, catolicismo ni hablamos del judaísmo, del islamismo, del hinduismo y de todos los sistemas religiosos que tienen unos seguidores tan sumamente fanáticos que no son capaces de admitir a su lado a nadie que piense diferente a ellos.

Dejemos a un lado los desmanes del cristianismo-catolicismo que de sobra son conocidos en nuestra sociedad. Desde las algaradas en Bizancio tras ser declarados legales, hasta nuestros días, pasando por hechos tan vergonzosos como la toma de Jerusalén por la Primera Cruzada o los Tribunales de la “Santa” Inquisición. Y a quien quiera incidir en las Cruzadas les recomendaría las cruzadas vistas por los árabes, de Amín Maalouf para comprender lo que aquello supuso para los habitantes de Palestina.

Pensemos en la religión judía que, tras sufrir una horrible masacre tras el terror nazi, nos negamos a decir el Holocausto con mayúsculas, pues hubo, y sigue habiendo muchos en la Historia, ahora someten a lo mismo a los palestinos basándose en autodefensa. (Uno por mil no es autodefensa, es masacre).

Y qué decir de los islámicos que ejecutan a todos los que no piensen como ellos. Creo que no hace falta poner ejemplos; de todos es conocido. Y los que no aceptan la Sharia, reos sean de muerte.

Sigamos con ellos y con los hindúes; tras la declaración de independencia de la India en 1947 se produjeron tales masacres en aquel territorio que dejaron sobrecogida a toda la humanidad. Cierto es que no sólo fueron desmanes religiosos, sino políticos como todos aquellos en que el hombre necesita justificar sus increíbles acciones disimulando móviles de credo. Mal ejemplo de los mismos tenemos en España y sus territorios coloniales desde 1939 hasta la caída de la dictadura.

Nuestra intención con esta reflexión no es más que pedir transigencia frente a la intolerancia reinante. No porque una persona piense de manera diferente a la nuestra ha de convertirla en el punto de mira de nuestra ira. Si desde el punto de vista político es deleznable, desde el punto de vista religioso es indefendible ya que se cometen en nombre de un Dios y todos los dioses, sean del credo que sean, pregonando falazmente el amor y el perdón al prójimo. Además, el terror religioso siempre se produce cuando está apoyado y fundamentado en el poder político, de esos tenemos experiencia de más de 40 años del contubernio fascista-católico.

Y hablando de dioses, no queremos dejar pasar la oportunidad de recordar unas recientes palabras de Saramago al suplemento Babelia, del El País, "La muerte es la inventora de Dios". ¿Sabe alguien qué hay más allá de ese momento? Que yo sepa nadie volvió para contarnos que pasa. Por ello creemos, no obstante, que lo más importante en esta vida es hacérnosla lo más plácida posible. Ya bastante dura es de por sí para propagar constantemente en nombre de unas ideas que, comprobando los que las ponen en práctica, carecen de ella. De juicio necesario, diríamos.

Y de verdad, si alguien está equivocado en su credo y por ello otros creen que corre el peligro de ir al fuego eterno, es su problema. Que nadie quiera salvarle contra su voluntad; que le respeten; que le dejen con sus ideas y si ellas le llevan al Averno, allá él.

Y volviendo a Hipatia, creemos que la lección más importante que nos dejó no fue ni de astronomía, ni de matemáticas, ni de filosofía, sino de tolerancia.

Tolerancia con una firme posición ante los intransigentes. Por eso siempre la he admirado y lo seguiré haciendo toda mi vida y mucho más en estos momentos que nos está tocando vivir en los que la intolerancia y el machismo están tomando carta de naturaleza, tanto por los puristas de las religiones como por los que tienen o aspiran a tener las riendas del poder político. Mal ejemplo el dado por Rajoy ninguneando a la señora Salgado. Ministra de Economía del Estado a la que utilizó de manera muy machista para, en esencia, decirle que era una mandada del presidente del Gobierno, despreciando su valía como economista acreditada y como fémina, luego en esta sociedad todavía impera el fundamentalismo heredado de los 800 años que España fue dominada y culturizada por los árabes y los bereberes.

FIDEL CAMPO SANCHEZ