El político se paseaba por los tejados de la ciudad expectante, con los oídos bien afinados al alba, cuando los barrenderos limpian las calles con el gran chorro de agua que todo lo arrastra.
Él sabía que por entre las chimeneas de los tejados salían las voces interiores de las casas, y por eso escuchaba atento la íntima verdad de sus moradores.
Tenía un baúl repleto con los secretos de los otros políticos, que iba acumulando como si fueran facturas al cobro, “por si las emergencias'”, se decía, moviendo las manos en molinillo mientras saltaba entre las azoteas con zancada estilo James Stewart (actor cinematográfico).
Como era un grande alpinista, en los días de oscuras nubes, que se reflejan en los cristales de los edificios como daguerrotipos de algodón, tomaba el billete para ascender hasta lo alto de los tejados, acomodado en aquellos nubarrones montacargas.
Su labor en los despachos y en los grandes salones consistía en clavar el piolet por las entrañas violentas de la política, para ascender la cordada de su acaudalada fortuna sin miramientos.
“Es la política de los altos escenarios que busca la satisfacción del dornajo común'”,(pesebreros) les decía a sus camaradas boquiabiertos. Y aquéllos respondían reconfortados:
- Verdaderamente, la política es puro altruismo.
Un día se alzaron los secretos mejor guardados por el escalador y sus trucos malabares en la contabilidad de los ángulos sombríos, de los números falsarios, como vemos están ocurriendo en esta mamandurria Canaria.
El condestable de su partido le pidió con encarecimiento, como la orden de un capitán de fusileros: 'Vete a la porra', en una reunión escaladora de tensiones.
- Sea -contestó el inculpado-, pero me llevo el piolet. Y lo acariciaba con voluntad de escapatoria para gatear los muros de la prisión, que será lo que en breve ocurrirá en Adeje, Arona, Granadilla y muchos pueblos de la Geografía guanche bereber, si la señora Farnés, la Fiscal anticorrupción imprime la celeridad necesaria para dejar estas peñas limpias de tanta basura política como sufrimos, tenemos y que cada día vemos va en aumento y sin esperanza respecto a decisiones judiciales que nos permitan creer en eso que llaman separación de poderes que, nosotros iletrados, vemos cada día más hermanados y auto protegiéndose, salvo raras excepciones en el exacto cumplimiento del deber y las leyes y no en la ley del embudo que tanto se practica en estas ínsulas.
FIDEL CAMPO SANCHEZ