18.10.09

LOS GATOS DE AGUERE

La Laguna de antes nos trae el recuerdo de los tejados y azoteas, donde los gatos habitaban como dueños y señores. Eran gatos blancos, negros, rubios, atigrados, de angora… En ese mundo de gatos de todos los colores se acariciaban, se amaban, se peleaban, tenían descendencia, pues en aquella época sobraban tejados, ya que el casco histórico carecía de Plan Especial de Protección(PEP), ni creemos había nacido la tal María Luisa Cerrillos, que es la profesional de Arquitectura, que “cuida” de nuestro casco histórico, imponiendo sus criterios de presuntas regeneraciones urbanas a base de fachadas increíbles y de tejados poco apropiados para nuestro gusto y sobre todo para los felinos.

Por los años cuarenta, después de la guerra incivil, las carencias alimentarias y de todo tipo eran absolutas, había hambre y necesidades. Eran fechas de las gangocheras, de las lecheras, de los estraperlistas y de personajes que con el hambre hicieron realidad los mayores engaños, de lo que salió aquella frase:”Cuidado no te den gato por liebre”, En esas circunstancias circulaba por La Laguna la idea de que habían proliferado una serie de pillos especializados en la caza de gatos. El producto de estos animalitos lo vendían, dando gato por conejo, en los guachinches y en los típicos ventorrillos, eso sí, bien disimulados a base de sabroso salmorejo. Que le incorporaban con abundancia. Hasta tal punto proliferó el tema que un pillo invitó al famoso Padre Francisco, superior del Convento del Cristo, que era personaje muy popular en La Laguna por los años cuarenta, a una buena merienda y, por supuesto, le espetó gato por conejo- El fraile quedó muy complacido y se despidió con la siguiente expresión: “Hermano, que San Francisco premie tus buenos sentimientos y que la próxima no se haga esperar”

Pero el pillo entre los pillos era el General Fagó, que se especializó en dar caza a los meninos más gordos y lustrosos, alimentados en las casas de familias más pudientes de nuestra ciudad, provisto de un buen saco de arpillera para poder cargar con sus prisioneros. También el famoso Panchito, celebraba los miércoles de ceniza, provistos de una caña de pescador, con una sardina salada colgando. Provocaba a Maestro Manuel en su zapatería de la calle Herradores diciéndole: “admíteme un regalo para micifuz.

Ahora los gatos son de otro pelaje, tal vez más huraños, con menos tejados y aclimatados a tantos y tantos cables y antenas de Televisión. Sin embargo los amantes de los gatos laguneros vamos a diario al Bar el Peñón en la Plaza de San Cristóbal. Allí hay buena tertulia, gato al cuadrado de león y hasta un burro para animarnos el café nuestro de cada día. También un Juan sin miedo.

FIDEL CAMPO SANCHEZ