Fue a las 6 de la madrugada del 19 de octubre de 1959, en el patio de la antigua prisión de Barranco Seco, en la capital grancanaria. Un verdugo ejecutaba su siniestra tarea mientras rezaba un Credo. A esa hora se quebraba el cuello de Juan García Suárez, el nuestro, y nacía un mito, el del Corredera,un hombre sencillo convertido en cabeza de turco del franquismo.
Puede que mañana, cuando se cumplan 50 años de su ejecución a garrote vil, haya operarios que empiecen su jornada en el centro de internamiento para inmigrantes en que se ha reconvertido aquella cárcel y no sepan que entre esas paredes expiró el último preso ajusticiado por el franquismo en Canarias y el último sentenciado a muerte en toda España por causa directa de la guerra civil.
Y lo probable es que no lo sepan porque todavía en la actualidad, 50 años después, El Corredera, que en vida empezó a forjar su leyenda al permanecer 22 años fugitivo de la justicia, sigue siendo a día de hoy un prófugo. Por no aparecer no figura ni en la inscripción de su propia lápida mortuoria, en el cementerio teldense de San Gregorio. Y si nadie lo remedia, ninguna institución, ni siquiera la de Telde, el municipio que lo vio nacer, hará nada mañana que testimonie al menos el repulso del pueblo canario contra la pena capital.
Sólo la impagable labor investigadora del abogado Gustavo Socorro, autor del libro que hace 10 años puso luz y taquígrafos a las correrías de El Corredera, que ultima el lanzamiento de un docudrama de 90 minutos sobre su figura, y el empeño por recordar los abusos a los que fue sometido que está desarrollando un grupo de colectivos, que han convocado varios actos para estos días, han contribuido a llenar ese hueco y a que no pase desapercibida tan histórica efeméride.
Día de la memoria. Precisamente para mañana está previsto un acto público en el Parque de San Telmo (19.00 horas) en el que
Socorro, que le ha dedicado media vida al Corredera, se muestra también partidario de que se organice algún acto en el que se recuerde su ajusticiamiento como alegato contra la guerra civil, aunque también entiende que su figura no despierte sentimientos unánimes de compasión porque, a fin de cuentas, Juan García incurrió en delitos de sangre.
Tal y como detalló Socorro en su libro, El Corredera mató a tiros en noviembre de 1947 al carnicero Vicente Trujillo en venganza por la muerte de su hermana Pino, de tan sólo 19 años. Trujillo comandaba una cuadrilla de falangistas que durante meses atemorizó a su familia. Pero también se le atribuyó la muerte de José Suárez en medio de la manifestación que se montó contra el alzamiento militar el 19 de julio de 1936 en la plaza de San Gregorio, momento a partir del cual empezó a ser un prófugo, y la del policía local Ángel Fleitas, también en 1947, en un intercambio de tiros cuando se le buscaba por el asesinato de Trujillo.
Sin embargo, se le condenó a muerte por rebelión militar, al acusarle de haber intentado atentar contra Franco en 1936 cuando el general salía de Canarias para participar en el golpe de Estado.