En el transcurso de la noche soñé el artículo de hoy iluminado por los ojales que filtraba la persiana a través de sus resquicios como una orfebrería de luces estampada.
Toda la tarde estuve recabando peripecias e informes, y fueron tantos los documentos acumulados sobre mi mesa, que ya sólo escribía cifras y apuntes tristes sin lógica. Como infortunado literato anotaba en el margen de mis notas la sinrazón de aquella cámara oscura reflejadora de mi delirio como bolas de billar de lance en lance.
No puede ser -me decía atribulado- que estas glosas objetivas se rebelen embozadas en un cañamazo de armarios secretos, traidoras como bufones esquivos con regodeo de abanico.
Así las horas fueron pasando a lo largo de la tarde, y afligido, espoleado por el hambre y el cansancio, me fue a cenar lejos del piélago de las elucubraciones, al abrigo de un zaguán sombrío rechinante de maderas viejas.
Hacía años que publicaba aquellos artículos de los que el buen lector huye como mandil asustado camino de la lavandería, ruborizado. Pero paseaba agasajado de mi mismo entre las páginas del periódico como un excursionista prosaico y desafiante.
« ¿Habrá algún día en que escriba el artículo inspirador en el palacio de cristal de las palabras?», me preguntaba mientras recogía los restos de la cena, ayudando a mi familia
Agotado por el esfuerzo y el calor de la noche entré en un sopor de letras viejas, estilizadas de vírgulas y tildes en la lechería del sueño. Escribía como nunca, raudo, preciso con la varita mágica de escribir garabatos, siluetas de palabras impertérritas, signos ilegibles, números griegos con la comita en lo alto. Era un artículo rosquillero de palabras rotas como paraguas al viento.
Y al despertar me sintió infeliz, regoldado de gases antiguos, estrenando un artículo sin alma, ridículo, lento y solitario
FIDEL CAMPO SANCHEZ