1.11.09

DIA DE ANIMAS O DIA DE DIFUNTOS.

Ánima, de latín animan, alma, parte espiritual de una persona. Ánima bendita o del purgatorio, alma en pena, es una figura recurrente en numerosas mitologías, que se caracteriza por ser un espíritu o fantasma del “alma en pena” de una persona, que después de morir vaga sin descanso, ya que no puede encontrar el camino al Más Allá.

El Día de Difuntos, en la liturgia de los católicos es conmemoración o día de los fieles difuntos, segundo día de noviembre dedicado especialmente a rezar por los que ya no están entre nosotros. Los cristianos, posteriormente en la reconversión al catolicismo, han rezado siempre por sus difuntos. Ya Tertuliano de Cartago-África (siglo III d.c) hablaba de la ofrenda del sacrificio de la misa por los muertos. La oración por los muertos es eficaz, según el dogma del catolicismo de la comunión de los santos.

Y en el año 998, San Odilón, abad del Monasterio de Cluny, al sur de Francia, instauró para el día 2 de noviembre, la festividad de Todos los Fieles Difuntos en la orden benedictina que, en el siglo XIV Roma, sede del catolicismo aceptó y extendió.

Los pueblos celtas comenzaban sus ciclos temporales por la mitad oscura: la jornada se iniciaba con la caída del sol, y el año con el principio del invierno que equivalía a nuestro 1º de noviembre. Iniciaban el año con festejos diversos que concluían con la fiesta de los muertos.

Las civilizaciones prehispánicas en Canarias, también rendían culto a los muertos. Los misioneros de la conquista prehispánica tuvieron que adoptar muchos de los ritos y simbologías de los indígenas o naturales para ir adentrándose en su evangelización. Actualmente, a un lado y al otro del océano, esos días se caracterizan por el recuerdo de los muertos y a la visita a los cementerios, pero en cada país y religiones existen diferentes métodos cual pudiera ser el caso de una confesión religiosa cristina como la de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días (los Mormones) que se ocupan de rendir culto a los muertos de manera diferente, llevando a término trabajos de genealogía, haciendo lo que llaman la Obra Genealógica para, mediante el bautismo por los fallecidos juntar en la otra vida, a sus familiares pasados.

En el campo de la superstición nos ocupamos de algunos ejemplos: En determinados lugares de Castilla existe la creencia de que los difuntos salen de sus tumbas la noche del 2 de noviembre para maltratar a los vivos que se han atrevido a salir de sus hogares a la calle, en día tan señalado y propicio para la superchería. En esta nacionalidad Canaria existe la costumbre, más que habito superstición, que consistía hace años en velar y enramar las tumbas de los seres queridos fallecidos, permaneciendo horas en oración al lado de la tumba de los seres queridos y en los hogares en poner aceite en un recipiente de dimensiones adecuadas, al que se añadían pabilos/as de algodón retorcido a modo de mecha. De entre otras costumbres y en las degustaciones del sibaritismo que se han convertido en recordatorio de quienes se fueron, destacamos y cuya festividad nos hace recordar el pescado salado, la bimba de gofio, las truchas de batata, huesos de santo para los más favorecidos de la fortuna, rosquetes, buñuelos, la popular tafeña que se denominaba al millo tostado y a las castañas asadas y cocidas, también papas asadas así como arroz con leche, vino de cosechas propias: tinto, blanco y dulce

Lo que es indudable es que la festividad siempre ha sido una celebración en recuerdo y honor a nuestros fallecidos antepasados ahora que, lamentablemente, ha caído en manos de la economía de mercado americana y la han convertido en la “noche de Hallowey (víspera del Día de los Santos) que para nosotros carece de contenido religioso y si de miedos, supersticiones y brujas y lo que es mucho peor: una pérdida más de la identidad de Canarias como pueblo diferenciado.

CUADRO DE ANIMAS DE HERNÁNDEZ QUINTANA

Hasta aquí una pequeña referencia al Día de Difuntos que nos hace pensar y nos lleva a la Catedral de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna y a que, entre la calle La Carrera, Deán Palahí y frente a la calle Juan de Vera que da el pórtico de la misma. Catedral que fuera construida sobre la antigua Iglesia de los Remedios, de importante valor arquitectónico y pictórico, donde tenemos que destacar los frescos del lagunero Rodríguez de la Oliva, como el Cristo Predicador, o la obra de Cristóbal Hernández de Quintana, entre la que se encuentra su famoso cuadro de Ánimas (restaurado recientemente) que nos preocupa su estado actual, pues, ya es sabido que todo lo que cae en manos de los clérigos y su cabeza visible, el obispo Bernardo, a juzgar por el abandono de la Catedral, y el incendio del Palacio Salazar termina desapareciendo o convirtiéndose en ese vil metal que tanto parece interesarle con vistas a la cocatedral chicha..

Pero, como consecuencia de los estupendos artículos que venimos leyendo en este digital referido a la noche de Ánimas y ese lienzo de buena factura que solíamos ver en La Catedral, su lugar habitual hasta que surgió la debacle, y ante el deterioro que las telas que existían que al ser distribuidas por toda la diócesis nos ha preocupado la obra de Hernández de Quinta y la hemos localizado en la Iglesia de las Catalinas, colocada en la pared del altar mayor, entrando a la derecha sujeto en la parte alta y baja con fuertes soportes que sujetan un armazón de madera en el que está adherido el lienzo sin el magnífico y vistoso enmarcado artístico que tuviera esta obra de arte, ya que la importancia del enmarcado es fundamental, tanto para la obra enmarcada como para el ambiente que vestirá, pues los materiales de todo enmarcado deben ser fuertes y de buena calidad como los que tenía esta tela pictórica que, posiblemente yace deteriorada, ¡sabe Dios donde!. La colocación del cuadro que nos ocupa y que está depositado en el convento de las Catalinas nos obliga a ver en el mismo todo un dechado de mal gusto y supino desconocimiento de lo que es esta importante obra del siglo XIX que, además, y para mayor desacierto le han estampado un cuadro de determinadas dimensiones que tapa en parte el de las Ánimas y que es el de la Virgen del Rosario, en el que se contempla la Madre del Señor con el niño en brazos y a los pies un querubín(tipo de ángel, el segundo de los nueve coros de jerarquías angélicas. Los guardianes de la gloria de Dios), que a modo de auténtico emplaste impide contemplar en toda su belleza, grandiosidad y detalle la tela pictórica de Hernández Quintana, cuadro en el que siempre estuvo presente la preocupación del canónigo Pedro Juan y que al pasar a otras manos del cuidador del tesoro de La Catedral, por enfemerdad, tememos que el mismo sufrirá el deterioro propio de todo lo que tocan los irresponsables, que comanda la jerarquía católica de la Diócesis., muchos de los cuales son de sus mismos orígenes benahoritas..

FIDEL CAMPO SANCHEZ