5.11.09

CONVIDADOS DE PIEDRA

En el ya lejano 1981, los Convenios del Estado Español con la Organización Internacional del Trabajo, vinculan la libertad sindical con el derecho a la Negociación Colectiva, expresando, con claridad, que no existirá suficiente grado de libertad sindical, si ésta no va acompañada de la capacidad real y práctica de todos los colectivos sectoriales a poder negociar sus propias condiciones económicas y de trabajo. Igualmente la Constitución recoge la garantía del derecho a la negociación entre los representantes de los trabajadores y empresarios y consagra la fuerza vinculante de los Convenios, remitiéndonos a la correspondiente normativa, que no es otra que lo previsto en el Estatuto de los Trabajadores. Pues bien, estas dos normas del máximo rango y obligado cumplimiento, se están conculcando en el Estado español y en nuestra nacionalidad de forma sistemática. De nada sirve que estas normas no prevean en absoluto zonas de sombra en empresas o actividades del sector privado. Parece ser que la CEOE, o no les representa, o no sabe, no contesta y como si uno no quiere, dos no negocian, pues hasta aquí hemos llegado.

En Canarias, son muchos los trabajadores que no pueden ejercitar el derecho a la negociación colectiva, ni están por lo tanto amparados por la fuerza vinculante de su convenio. Su referencia salarial a partir del salario mínimo, es voluntad de su empresario. En todo caso, bajo mínimos si los comparamos a los trabajadores con convenio, distando mucho su situación de poder homologarse como de una auténtica libertad sindical. En estos tiempos el que tiene un convenio tiene un tesoro. La situación debe de extenderse a todos los sectores.

Resulta frustrante que después de tantos años de democracia existan estos vacíos legales y nadie sea capaz de ponerle el cascabel al gato ¿será porque vivimos en democracia vigilada?. Ahora que tanto se habla de reformas estructurales del mercado de trabajo, bueno es recordar a los desestructurados del mundo laboral, a los sin papeles donde poderse agarrar, y a los convidados de piedra, ajenos al responsable ejercicio de la negociación colectiva y a esos sindicatos dóciles al “poder” político-económico como consecuencia de las jugosas subvenciones, que nos llevan a tener que considerar: la escasa libertad sindical y el que algunos tengan que añorar los sindicatos verticales que impedían que los directores de empresas se pusiera sueldos multimillonarios, ¡como ocurre ahora!, que coartaban el que despidieran empleados para hacerlas rentables, como hacen llevando el peso de la carga hacia los más débiles, los mileuristas.

FIDEL CAMPO SANCHEZ