Corría el año 1949, cuando el alcalde don Narciso de Vera Marrero, recordado por su eficacia y dedicación, decidió construir unos “aseos públicos”, en la céntrica Plaza de la Catedral. Se situaban, justo en frente de un edificio emblemático ya desaparecido donde estuvo la Recaudación de Contribuciones, cuyo responsable era don Joaquín Laínez y asimismo del entonces moderno “Bazar de don Álvaro González, así como de la tradicional dulcería de Rasero que regenta actualmente el amigo Porfi, que aún sigue luciendo en su escaparate las populares truchas, los roscos laguneros, los almendrados de siempre, cuyo local hace esquina con la calle de San Juan.
Don Narciso, con el apoyo de la totalidad de la Corporación Municipal, logró comenzar las obras, que consistieron en la ocupación de parte de la zona dedicada a jardines y realizar el correspondiente vaciado, pues la ubicación estaba prevista en el subsuelo. Nada más comenzar las obras surge un inconveniente serio. A pocos metros había agua, el conocido nivel freático de nuestro subsuelo, que se extendía por la zona que ocupó la primitiva laguna. Al principio, se utilizaron unas bombas para achicar, extraer el agua, abandonando dicha tarea, cuando hubo el convencimiento de que el nivel seguía manteniéndose sin apenas variación.
Los detractores se alegraron del fracaso, argumentaban que dichos aseos se situaban cerca de la puerta principal de acceso a la Catedral ¡hoy lamentablemente una ruina – y no era adecuado ver a ciudadanos entrando y saliendo de unos baños públicos, a la vista de otros, curas, limpiabotas y aburridos ocupantes de los bancos de la Plaza. Pero la anécdota, vino de la mano del popular “Panchito”, que se cruzó a la altura de donde hoy está el Banco Bilbao con don Narciso. El alcalde lo saludó y aprovechó para preguntarle su parecer sobre los polémicos aseos en construcción. Mucho le costó a don Narciso sacarle unas palabras, una opinión. Insistió argumentándole que quería conocer lo que pensaba la gente de La Laguna sobre tan controvertido tema. Por fin, Panchito cabizbajo se arrancó y le espetó lo siguiente:” señor “arcarde,” a mí todo me parece bien… y usted sabe que no soy “alcagüete” pero la gente dice que lo que están haciendo es unos “retretes”, en la Plaza de la Catedral”
Años más tarde, allá por los sesenta, siendo alcalde don Ángel Benítez de Lugo, se construyeron los aseos ubicados en la Plaza del doctor Olivera, a los que se ha venido refiriendo el periodista, historiador e investigador, don Domingo García Barbuzano que en la actualidad están cerrados al público. Fue aprovechando que la calle se encuentra a nivel más bajo que la plaza y los mismos quedaron disimulados, entre la escalera y los jardines. Estos aseos jugaron su papel y funcionaron hasta que un buen día se cerraron sin explicación alguna. En los mismos estuvo encargado de la limpieza y vigilancia el popular Antonio Fagó, que en esas fechas era conocido como el General Fagó. Este popular personaje estaba un poco “cascado” y “saturado”, según el manifestaba, de tanto “petróleo” como utilizaba para engrasar la máquina… Comentaba que estaba contento con la ocupación, pues había pasado a la “reserva activa”, como todos los militares.
En nuestra opinión, una ciudad orgullosa de ser Patrimonio y Bien Cultural de la Humanidad no puede dar la espalda a ciudadanos y visitantes para que efectúen sus micciones en bares o cualquier rincón o callejón de los muchos que tiene nuestra entrañable ciudad. Sus nombres los conocemos de memoria: callejón de Maquila, de Briones, el antiguo de las Bolos, donde estaba la desaparecida “la Oficina”, para más desgracia contra el Patrimonio, y finalmente elFidel Campo Sánchez