El presidente del Gobierno de España abrió en la localidad leonesa de Rodiezmo un curso político que se presume determinante para clarificar hasta qué punto el deterioro económico está comprometiendo el futuro desarrollo del país. O dicho de otro modo, si la economía española será capaz de remontar los pronósticos que coinciden en vaticinar una salida más tardía y costosa de la recesión que la de otros países de nuestro entorno. La aparición de los primeros síntomas de estabilidad, reflejados en indicadores como el repunte del PIB en Alemania y Francia, y el moderado optimismo que ha empezado a aflorar en el escenario internacional han situado la gestión frente al ciclo recesivo ante un nuevo contexto: no se trata sólo de qué medidas deben adoptarse para refrenar las graves consecuencias de una crisis de impacto global, si no que los actores mundiales mejor colocados para superarla se aprestan ya a preparar la recuperación. José Luis Rodríguez Zapatero volvió a mostrarse convencido de que España se sobrepondrá al mismo tiempo que el resto de los Estados avanzados. Sin embargo, el mero enunciado de esta expectativa no basta para recomponer la confianza en una economía que está viendo severamente recortadas las ventajas de los tiempos de bonanza -singularmente la contención del déficit público, pero también de la deuda- y que está soportando, con cuatro millones de parados, la erosión más acusada del mercado laboral en la eurozona.
El invariable optimismo del presidente del Gobierno contrastó ayer con el hecho de que, por primera vez desde que asumió su compromiso anual en Rodiezmo con la subida de las pensiones mínimas, asegurara que éstas ganarán poder adquisitivo en 2010 pero sin poder precisar en qué porcentaje. Los rigores que obligarán a ajustar los Presupuestos para el próximo año, la complicada negociación de los mismos y los escollos abiertos en el diálogo social son factores que van a condicionar en este nuevo curso tanto el margen de que dispone el Gobierno en su gestión de la crisis, como la promesa de Rodríguez Zapatero de que perseverará en su política de protección social, especialmente hacia los más desfavorecidos. Por insoslayable que resulte este último objetivo, el Gobierno no puede relativizar la drástica reducción de los recursos públicos a la que se enfrenta. Pero junto a ello, y tal y como se ha proyectado en el desafortunado nuncio, para los del PP., del eventual aumento de los impuestos, el presidente y su Ejecutivo deberían renunciar a seguir identificando la crisis en términos de pobres y ricos, una interpretación sesgada que trivializa los efectos más generales y profundos que está provocando la recesión. Sería muy negativo que la oposición se solazara en el desgaste económico con la esperanza de acabar desbancando al Gobierno. Pero éste no puede dilatar por más tiempo el diseño de una estrategia integral que evite no ya el deterioro de nuestra economía, sino perder, con todo lo que ello significaría, el tren de la recuperación, y lo peor de todo servirle en bandeja las elecciones a un negativo y facistoide PP., los del NO a todo con tal de hundir al Gobierno y con él a todos los ciudadanos.
Fidel Campo Sánchez