El debate sobre el Estado de
A la espera de lo que la próxima semana den de sí las proposiciones derivadas del debate, la propuesta de un «modelo renovado de crecimiento», que el presidente del Gobierno desgranó en una amplia batería de medidas, permite albergar dudas, a la vez que ilusionantes y razonables esperanzas tanto sobre su viabilidad material como sobre sus efectos de cara a la reactivación económica. El reconocimiento final de que España necesita hallar un patrón de desarrollo alternativo constituye un punto de partida imprescindible para pergeñar el escenario óptimo de salida a la crisis. La inexplicable renuencia con la que Zapatero afrontó las primeras evidencias de la crisis financiera y su optimista interpretación de datos que sólo alentaban el pesimismo generó, en la sociedad española, una sensación de perplejidad que fue paliada con la participación del presidente en las cumbres de Washington y Londres del G-20, y en las sucesivas reuniones que en el ámbito de
La primera incongruencia se refiere a la pretensión de impulsar actuaciones que, tanto desde el punto de vista competencial como respecto a su financiación, dependen de las comunidades autónomas sin propiciar para ello un clima de entendimiento general. Pero, junto a esto, resulta también discutible la efectividad de determinadas medidas, como las orientadas a afianzar la industria automovilística o las relativas a la fiscalidad respecto a la adquisición de vivienda que creemos se quedó corto. Si la decisión de promover ayudas directas por una cuantía de 2.000 euros para tratar de reactivar la venta de coches revisa una política que venía siendo renuente a aplicarlas para un sector concreto, la supresión de las deducciones por hipotecas para quienes tengan ingresos superiores a 24.000 euros al año puede resultar comprensible e incluso necesaria si lo que se pretende es reordenar un mercado inmobiliario cuyo desplome amenaza con retrasar la superación de la crisis ; pero es más impredecible, aunque deseable, que vaya a estimular la compraventa de pisos hasta el punto de dar salida a los acumulados, al tiempo que podría provocar el efecto perverso de frenar una contención en los precios igualmente ineludible. En cuanto a otras propuestas, como la reducción del Impuesto de Sociedades para detener la sangría del desempleo, las planteadas en materia educativa o el nuevo recorte en el gasto, cabe deducir que el retraso en aplicarlas sólo ha contribuido a profundizar, en mayor o menor medida, las consecuencias del ciclo recesivo.
La persistente negativa del presidente del Gobierno a contemplar tan siquiera el debate sobre la reforma laboral y la falta de detalle con que Rajoy se pronunció sobre ella hurtaron a los ciudadanos de un contraste más preciso y responsable en una cuestión difícilmente eludible ante el crecimiento imparable del paro. La convicción de Rodríguez Zapatero de que el problema no radica en la legislación en materia de empleo, sino en el modelo productivo, conecta con la percepción de todos aquellos ciudadanos que puedan sentirse castigados por una crisis que no han desencadenado. Pero el Ejecutivo debe tomar conciencia de que resulta imprescindible encarar a estas alturas un debate sobre las relaciones laborales y los excesivos beneficios empresariales y de la banca cuyo adecuado encauzamiento podría coadyuvar a una salida más pronta de la recesión que nosotros vemos e interpretamos que al menos esa es la intención
Fidel Campo Sánchez