La sesión última del Congreso de los Diputados, en la que se presentaron y votaron las resoluciones de los grupos parlamentarios a raíz del Debate sobre el Estado de la Nación, fue un fiel reflejo de la situación que atraviesa la política española. El Pleno evidenció que las formaciones políticas estaban más preocupadas por su colocación en el juego de las alianzas que por el contenido y la relevancia de sus propuestas. El hecho de que el Grupo Socialista presentara resoluciones genéricas y casi imposibles de rebatir, eludiendo hacerse eco de los propósitos avanzados por el presidente Rodríguez Zapatero durante el debate de la pasada semana, respondía sin duda al objetivo de no perder votación alguna. El extraño movimiento que le había llevado a pactar con CiU una resolución proclive a la reforma del mercado de trabajo para luego renunciar a dicho acuerdo atestiguó que el PSOE perseguía salvar el trámite de ayer sin comprometer el contenido de la acción gubernamental.
La ineludible coincidencia en resoluciones como la dedicada a acelerar los trabajos del Pacto de Toledo, insistiendo en una pronta mejora de las pensiones de viudedad, no pudo ocultar que en el ánimo del PP, de CiU, del PNV y de ERC estaba poner en aprietos al Gobierno de Rodríguez Zapatero. Sin embargo, la calculada ambigüedad de las propuestas socialistas y la distancia que guardan las formaciones menores respecto al PP impidió que el PSOE saliera más debilitado. La imagen del Gobierno socialista sosteniéndose sobre sus escaños y sobre los del Grupo Mixto más IU-ICV indica la precariedad parlamentaria en la que descansa. Pero sobre todo proyecta los límites de una política que si obtiene alguna ventaja se debe a la falta de una alternativa solvente por parte del PP que es quien realmente salió muy debilitado, una vez más,, y no a la credibilidad que debería irradiar el propio Gobierno. La interminable suma de iniciativas anunciadas por el presidente Rodríguez Zapatero, cuya aplicación y eficacia resultan tan discutibles como imposibles de enmendar, alimenta la sensación de que el Ejecutivo improvisa o supedita su actuación a un efectismo cortoplacista. Pero si de lo que se trata es de salvar la Legislatura, los socialistas continúan jugando con la diferencia de que su soledad es sensiblemente menor que la que soporta el primer partido de la oposición, que se verá, en más corto que largo plazo, a cambiar de estrategia y sobre todo de cúpula dirigente anquilosada en la nostalgia del pasado franquista.
Fidel Campo Sánchez