El incremento en un 15% de los fraudes para conseguir créditos al consumo constituye una nueva derivada de la crisis económica que alerta tanto de la intensificación de la delincuencia que suplanta identidades para lograr sus objetivos, como de la indefensión en que pueden encontrarse los ciudadanos cuyo DNI, falso o robado, es utilizado para engañar a las entidades financieras.
El hecho de que sólo en 2008 la estafa ascendiera a más de 170 millones de euros refleja la existencia de un problema que no sólo evidencia la pericia de los culpables, sino también fallas en los mecanismos de verificación de los datos y requisitos personales que permiten solicitar y acceder a un préstamo. Si esta constatación obliga a extremar, en la medida de lo posible, los instrumentos de control y la capacidad para la sospecha, lo que resulta ineludible es que los ciudadanos cuyo buen nombre sea utilizado para estos fines delictivos no sufran un castigo añadido al de ver cómo su identidad vinculada a irregularidades tan graves. Lo que significa garantizar su seguridad jurídica y su exclusión de los registros de morosos y, además, que en esta nacionalidad canaria dejemos ya de copiar lo muy malo que nos viene de allende los mares, pues lamentablemente todavía los canarios están creiditos que lo que viene de fuera es mejor que lo propio, ¡craso error!
Dejemos ya de creer que todo lo que viene de fuera es mejor que lo nuestro. Lo decimos como canarios de integración, por aquello que dijera Unamuno: Se es de donde es la descendencia y, en nuestro caso esposa autóctona y ocho hijos canarios hacen que nos sintamos y practiquemos de canarios.
Fidel Campo Sánchez