2.6.09

PREOCUPANTE DESAPEGO


La campaña electoral para el Parlamento europeo comienza corre el riesgo, tanto en España y sus dominios coloniales como en el resto de los 27 países de la Unión, de ocultar los problemas que afectan al conjunto de los europeos para resaltar la disputa entre partidos en cada uno de los miembros de la UE. La globalización y los titubeos en la construcción europea habían dejado en entredicho la coherencia con la que la Unión afronta su propio futuro antes de que se desatara la actual crisis económica, la cual ha intensificado a su vez la desconfianza hacia las instituciones comunes, según datos del Eurobarómetro. Las dificultades a la hora de poner en práctica el Tratado de Lisboa y, sobre todo, los obstáculos con los que se topó la aprobación de la Constitución Europea han reflejado la pujanza de resistencias nacionales que ponen en entredicho la viabilidad de una Unión Europea ágil y eficiente en su toma de decisiones, unida solidariamente en pos de un objetivo compartido.

La tardanza a la hora de acordar una política concertada en materia de inmigración y la carencia de una estrategia sobre el abastecimiento energético en la que coincidan todos los países o, por lo menos los más relevantes en cuanto a su población y potencial económico, subrayan la necesidad de un liderazgo institucional que conduzca a los 27 hacia un horizonte unitario.

En este sentido, las elecciones al Parlamento de Estrasburgo, que en España tendrán lugar el próximo 7 de junio, representan una oportunidad ineludible para el fortalecimiento de la Unión. Una oportunidad que acabaría malográndose si la participación es exigua o aparece motivada por cuitas meramente domésticas.

Las elecciones europeas se presentan para el Estado español más como una cita para medir la fuerza de los socialistas respecto a la de los populares que como una llamada para reafirmar la vocación europeísta. El pulso entre los dos grandes partidos se supone tan igualado que la búsqueda del desempate definitivo acaba convirtiéndose en una ofuscación partidista que se desentiende de los problemas que atraviesa Europa y del debate en torno a sus posibles soluciones. De ahí que resulte obligado solicitar a todas las formaciones políticas, y en especial al PSOE y al PP, un margen para la exposición pública de las visiones que cada cual alberga respecto al futuro europeo sin caer en el maniqueísmo que vienen cayendo

Fidel Campo Sánchez