Los humanos, todos sin excepción, y muy a pesar de los avances desconcertantes de
A la vista tenemos el fallecimiento de otro entrañable conciudadano, lagunero, aparejador de profesión y funcionario jubilado de
A Teowaldo, todos le conocían por Teo. Fue hijo y nieto de una familia de famosos artesanos. Su padre era Miguel Rojas, profesor de Ebanistería del Reformatorio de Menores, situado antaño al final de la calle San Sebastián junto al Mercado de Nuestra Señora de África. Dirigía el centro, el catedrático de Derecho Penal, doctor don José Ortego Costales, siendo sus colaboradores más cercanos don Lorenzo Cáceres, don Bernardo Cabrera Ramírez y el culto abogado don Ángel Ripollés Batista
Era sobrino de Ramón Rojas, que poseía un extraordinario taller en la calle Rodríguez Moure, esquina del famoso castañero y cerca del Camino Largo en
Teo, se crió y creció en la calle del Ciprés, esquina El Peso. Allí jugó a la pelota y a los boliches con sus tres hermanos. Era primo de Foncho, jugador del Tenerife y del Barcelona, y también de Chencho Bello, funcionario del Ayuntamiento, encargado de la oficina del agua y más tarde concejal. Allí, en aquella calle del Barrio de San Juan, jugaron a la pela, al escondite, donde prepararon hogueras muchos chicos como Teo. Recordamos a Fulgencio Fraga, hijo de don Pancho, en cuya venta se despachaba vino de
Su vida profesional se sostuvo con normalidad, pues temía algo de artista y dibujaba bien, seguro, algo innato en su familia. Pero donde acusó más sus calidades fue en la sencillez de su vida. Generoso, de correcto trato, deferente y exageradamente romántico. De ahí su amor a la tierra, a
La última vez que coincidimos fue en “
Reciba su viuda Felisa Cruz Díaz de Dagghet, sus hijos Alicia y Alexis Rojas Cruz Díaz-Power nuestro más sentido pésame por la pérdida del bueno de Teo. Que Dios lo premie en la vida eterna y que así sea.
Fidel Campo Sánchez