27.7.09

LA FORMACIÓN Y EL EMPLEO


El Gobierno español quiere dejar atrás un modelo productivo con síntomas de agotamiento y generador de importantes desequilibrios. Los sectores de la construcción y del turismo, ambos en crisis, generaron conjuntamente en el momento más dulce de la última década dorada casi el 25% del PIB. Pero a pesar de ser un modelo intensivo en creación de empleo, España ha perdido puestos de trabajo al ritmo más rápido de Europa y hoy tiene más parados que Alemania aunque la economía alemana sea más del doble de la española. Estos datos según los analistas ponen de manifiesto que el modelo económico español tiene los pies de barro.

El Gobierno ha adoptado diferentes medidas y grandes esfuerzos, que han servido para aliviar la crisis pero que no constituyen en modo alguno las semillas de un nuevo modelo económico. La clave para la creación de un modelo más sostenible y que no genere tanto desempleo cuando la economía va mal, reside en una mejora del sistema educativo español y esto es algo que tardará un tiempo en hacerse y probablemente más de una década en notarse.

España es el único país europeo que ha generado mucha riqueza durante un largo período, a la vez que una tasa creciente de fracaso escolar. La proporción de estudiantes que no terminan la ESO, según las últimas cifras disponibles (2007) es del 30,8%, el doble de la media europea. Un factor que ha contribuido a esta situación ha sido la facilidad, hasta 2008, de encontrar trabajo en la construcción o en el sector servicios sin necesidad de haber finalizado los estudios. Es de esperar que la recesión hara cambiar esta tendencia, vergonzosa para un país desarrollado. En el 2007, solo el 61% de los jóvenes entre 20 y 24 años tenía un nivel de formación al menos de enseñanza secundaria superior, seis puntos menos que en el año 2000 y muy por debajo del promedio europeo (78%). En España según el informe PISA, menos de uno entre 20 jóvenes de 15 años alcanza un conocimiento elevado en Ciencias, frente a casi uno entre cinco en Finlandia. Son otros muchos los datos preocupantes, así que los universitarios españoles entran en el mercado laboral con 24 años o más y el 22% de los mismos ocupa un empleo de nivel de calificación inferior al título obtenido. ¿Cómo va a llevarse a cabo una política basada en el conocimiento con tales niveles educativos?

La formación es básica porque a menos formación hay más desempleo. Sirva como dato el que la tasa media de paro del año pasado antes de estallar la fase aguda de la crisis era del 13% para trabajadores entre 25 y 34 años que no habían acabado la secundaria; del 10,3% para los que la habían terminado y de sólo el 8% para quienes tenían bachillerato o formación profesional y apenas era del 6,4% para personas con educación superior. De ahí el empeño del Ministro de Educación con la pretensión de alcanzar un pacto educativo que comprometa a todos.

El presidente del Gobierno ha anunciado en el último debate del Estado de la Nación, que el ejecutivo impulsará el cambio a través de una Ley de economía sostenible. Ello requerirá fraguar pactos con los agentes sociales, los grupos parlamentarios y con las comunidades autónomas. Por tanto se requerirá tiempo ante una necesidad acuciante que no logra resolverse en España.

De la lectura de los diferentes medios de comunicación se desprende claramente que el epitafio del actual modelo económico lo escriben muchos: gobierno, oposición, empresarios y expertos. El modelo ya no sirve, falta tecnología, innovación y formación, afirman casi todos los expertos. El discurso de la innovación va calando. La crisis se ha llevado por delante 1,3 millones de empleos en un año: 6,4% del total, según los registros del conjunto de las oficinas de los servicios de empleo correspondientes al mes de Junio de este año sitúan la cifra total de desempleados en 3.564.889. En Francia o Italia, con más innovación, la perdida de empleo ha sido muy inferior. Francia ha perdido el 0,7%, Italia el 0,8%, Reino Unido el 1,1%, mientras que la caída media europea ha sido del 1,2%. Se oye con reiteración frases como las de que menos ladrillo y más ordenadores o menos cemento y más talento y otras muchas más. Se oyen decir también con reiteración que el derrumbe del empleo tiene que ver con un modelo basado en mucho ladrillo y poca tecnología. Algunos opinan que la burbuja inmobiliaria solamente explica la mitad de los nuevos parados y que la otra mitad es por la falta de industria innovadora.

No se puede aspirar de modo tajante y de manera exclusivamente teórica a cambiar a reemplazar la construcción por industrias de biotecnología y los servicios turísticos por la astrofísica o la biotecnología. Hay que consolidar un desarrollo sostenible de todos estos sectores productivos.

El cambio tardará, el modelo no se puede cambiar de golpe, a España le falta tecnología propia y deberíamos fijarnos en dos países que han hecho el cambio: Irlanda y Finlandia, a los dos les ha costado cambiar. Irlanda pasó de una economía de gran peso agrícola y una industria basada en el montaje con poco valor añadido y mano de obra barata a “una apuesta por sectores como la farmacia y la biotecnología.

La realidad en España es que la sociedad viene experimentando un cambio de mentalidad y se da cuenta que debe cambiar hacia un modelo productivo basado en la tecnología y en la innovación. Pero además desde la perspectiva institucional se va subiendo la inversión en I+D al ritmo del 10 o el 12% anual en la Administración y del 13% en la parte empresarial a pesar de que se necesitan más empresas que basen su competitividad en la innovación .

En un conocido medio de comunicación canario y por un prestigioso periodista se decía días atrás que (lo reproduzco) el desempleo en Canarias afecta ya a más de 250.000 trabajadores, el 27% de la población activa, la más alta de todas las Comunidades Autónomas. Las islas han duplicado el desempleo en apenas treinta meses y las previsiones empresariales advierten de un seguro empeoramiento, de modo que a fin de año ese porcentaje alcanzará el 30%. El panorama es muy complejo, como prueban algunos otros datos: la confianza empresarial se ha desplomado más de un 90%, el 47% de los canarios entre 30 y 55 años no dispone de ahorros para hacer frente a la crisis, unos 270.000 ciudadanos, el 13% de la población, sobreviven con una pensión no contributiva de 336 euros al mes, el turismo se enfrenta a una caída del orden del 20% en el conjunto del año, la formación media de nuestros jóvenes deja mucho que desear-sólo el 59% de ellos- tienen al menos el título de Enseñanza Secundaria Superior-, el PIB por habitante es de 21.105 euros, cuando la media nacional supera los 24.000, la industria y la agricultura retroceden en lugar de avanzar, la productividad y la competitividad no levantan cabeza, emigrar desde Canarias resulta económicamente inalcanzable para la inmensa mayoría, el diferencial fiscal sigue cayendo en comparación con la Península y Baleares, la tasa de pobreza relativa en Canarias afecta al 20,7% de la población según datos del INE.

Todos somos responsables directos o indirectos de esta grave situación y de no haber sabido aprovechar la favorable coyuntura económica de las últimas décadas. Este fracaso colectivo, que perjudica sobre todo a los desfavorecidos de la sociedad, es el que obliga ahora, en plena crisis y temerosos de un conflicto social, a la búsqueda de soluciones y transformaciones. Todavía hay algunos que frivolizan, se sonríen desde la suficiencia y se echan las manos a la cabeza cuando se propone un Plan estratégico para Canarias tal como se ha comprometido el Presidente del Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero.

José Segura Clavell

Diputado socialista en el Congreso