¿Recuerdan ustedes de aquella asignatura que hasta los nacidos en los primeros años sesenta nos enseñaban en el colegio? Los más jóvenes no se acuerdan. Vendría muy bien reeditar el manual, quitándole la parte de caspa correspondiente, para que algunos 'cenutrios cotidianos' pudieran convivir entre nosotros con cierto grado de civismo, especialmente esos que viven del “oficio” de político, algunos auténticos analfabestias e incultos que vienen escalando las esferas más altas de una sociedad falta de principios y moral desde que los mismos aparecieron.
¿Qué fue de lo de ceder el sitio a las señoras, embarazadas o personas mayores? ¿Qué fue de toser con la mano delante, no escupir en las calles, pedir siempre por favor, tratar en algunos casos de usted, saludar en el ascensor, entrar en una habitación y dar los buenos días o lo que corresponda, comer sin sorber, ceder el paso, ayudar con la compra a quien lo necesite o simplemente dar las gracias? Todo ello, lamentablemente, ha pasado al baúl de los recuerdos de la cantante Karina o se ha visto reducido al uso de extrañas elites, las excesivamente refinadas que, a veces, suelen pasarse en poses y finura
Cuantos líos, peleas, follones, juicios y malos entendidos nos evitaríamos con una buena educación, sin ir más lejos en el coche, poniendo el intermitente, tomando las polémicas rotondas por el carril que se debe, cediendo el paso o simplemente siendo comprensible y educado con aquellos que cometen un error. Pues no. Lo único que hacemos es hacer sonar el “la pita”(claxon) lo más fuerte posible y ponerle de hijo de la innombrable para arriba al torpe de turno.
Eso por no hablar de los macarras de la ruta, que van con la música a todo trapo en sus coches “tuneados”· con el estilo más hortera posible y que hacen imposible la conducción e incluso la propia visión de la carretera.
Señoras y señores, la urbanidad y la educación, esa que el primer sitio donde hay que enseñarla y demostrarla es en casa, simplemente guardando ciertas normas de urbanidad básicas, debe volver a ser un arma arrojadiza contra el mal gusto, la ignominia y la pérdida de los valores más esenciales que han hecho sobrevivir a la especie humana durante los últimos siglos. AMEN
FIDEL CAMPO SANCHEZ