16.1.10

MAESTRO HORACIO, PERSONAJE LAGUNERO DE INTEGRACIÓN.


Hace aproximadamente dos meses, tiempo que nos ha costado conseguir datos, un amigo, cuyo nombre quedará reflejado en esta recopilación que hacemos sobre ese personaje lagunero de integración que fue maestro Horacio Cabrera, nos encargó escribiéramos sobre el mismo. Así lo hacemos gracias a informaciones de los más viejos del lugar.

A principios del pasado siglo se instaló en La Laguna, concretamente en la calle de La Carrera, un carpintero que procedía del pintoresco Valle de Igueste de San Andrés. Su nombre o mejor dicho, era conocido por maestro Cabrera y el taller ocupó la parte baja de la casa que más tarde adquiriera, don Ruperto González, popular dentista de La Laguna y donde la familia Medina Ramos, tuvo también un negocio de ultramarinos.

Maestro Horacio aprendió el oficio de su progenitor y abrió su propio taller en los bajos de una amplia casa de la calle Tabares de Cala, esquina con Anchieta, donde vivió el famoso Notario, don Miguel Díaz Valdés, de cuya familia tenemos que destacar la belleza de sus hijas.

El simpático taller era muy concurrido por muchachos y personajes de la época, donde maestro Horacio, trabajaba en un torno que se movía mediante una rueda manual, con la que tallaba o torneaba trozos de madera que luego destinaba a los diferentes encargos que le hacían. Para dichos menesteres necesitaba la ayuda de espontáneos muchachos a los que pagaba una perra gorda por un determinado número de vueltas del pedal..

Allí, nuestros comunicantes, recuerdan ver a Bernardo Parrilla, Alberto de Armas, José Ángel Benítez de Lugo, Severiano Remiro, Paulino el guardia, José Montesdeoca, Paco Melián, Juan Antonio de Ossuna y otros. Desde tiempo siempre tuvo maestro Horacio una tertulia donde asistían los amantes del diálogo y la controversia, gente humilde y popular, pero con ciertos aíres filosóficos nacidos del contacto permanente con el pueblo. De aquella tertulia, que muchos llamaron la Academia, fueron miembros, Temistocles el Albino, Manuel Batata, Cipriano Arnay, Domingo el Cegato. Al final de la tarde y a la luz de una capuchina, sacaban los instrumentos de cuerda y comenzaban por afinar: Maestro Manuel el Carnero, Paulino el Guardia, Miguel el Petudo y algún que otro, no terminaban de ponerlos en el tono debido y dada la hora levantaban la sesión hasta el día siguiente, mientras los curieles, los conejos y hasta los pollitos, saltaban, corrían y se escondían por el taller.

Finalmente, la calle antiguamente también conocida por Los Álamos no tenía desperdicio. En frente del taller vivía maestro Ricardo, abanderado del Orfeón que hablaba y hablaba continuamente de todo. Al final, Esperancita Remiro, aquella mis de tez blanca y rellenita, arrancaba algún que otro carraspeo cuando se dirigía a la casa de su tía con la que convivía junto a la venta de Marcos Santana.

En la misma acera estaba la zapatería de maestro Domingo el Guirre, la herrería de maestro Cristóbal el Chochero, la vivienda de las niñas de Solís y la de don Domingo Castro, padre de Pilar, otra gran musa lagunera de la época.

Maestro Horacio, carpintero fino, era hermano de don Domingo Cabrera, polifacético y brillante intelectual de las letras Isleñas, que practicó los difíciles terrenos de la narrativa, la oratoria, el teatro y que fue fundador y presidente del Ateneo, casado con doña Laura de la Puerta, cultivó en su castillo del Camino Largo su amor por las letras y fue famoso con el verbo y la pluma.

Siento en estos momentos la satisfacción del deber cumplido al haber finalizado el trabajo que el amigo me recomendará en la Biblioteca Municipal, con motivo del homenaje que el Ayuna miento rindiera al también amigo, Adrián Alemán de Armas.

FIDEL CAMPO SANCHEZ