No debemos permitir que el campo siga muriendo. Los precios deben reajustarse y en los planes económicos, el sector debe tener un peso específico propio. Y cuyo destino sea para potenciarlos y la creación de puestos de trabajo para nuestros jóvenes o la vuelta al campo como recurso de contención del paro y desde la reflexión que es necesario y vital el sector primario..
Es evidente que absolutamente todos los alimentos, provienen del sector primario, al menos en esta nacionalidad debería ser así. La ciencia química del momento no ha logrado producir ni un solo gramo para comer. Estamos olvidando algo tan obvio como que tenemos que comer todos los días. No debemos permitir que el campo siga muriendo, aumentando nuestra dependencia del exterior.. Los precios deben reajustarse, y en los planes económicos, el sector primario debe tener un peso específico propio. Algunos países como China están comprando masivamente tierras en terceros países, y es que, los chinos prevén el oscuro horizonte que a medio plazo puede depararnos nuestra equivocada conducta, y que nos enfrente al previsible problema de escasez de alimentos en el mundo.
Lo que se denomina cadena de valor, que funciona con la perfecta sincronía de un reloj suizo, es el proceso por el que el precio que paga el consumidor debe retribuir a la cadena de supermercados, al fabricante, al transportista, al almacenista, al publicista, al Fisco y residualmente al agricultor o ganadero. Según para quien, se llama cadena de valor o, sencillamente, se denomina cadena de miseria para el que está al final, el proveedor de la materia prima, el más débil a la hora de negociar. A los agricultores y ganaderos le dan tan poco que no puede ni cubrir gastos.
.El costo de la materia prima agraria es irrelevante. Tanto la política como la empresa exprimen sin piedad al agricultor y al ganadero, que contemplan impotentes la progresiva ruina de sus economías y familias. La sociedad celebra ahora, por ejemplo la aparición de las marcas blancas, sinónimo de una vuelta de tuerca más sobre el cuello de los hombres del campo.
Entre tanto, la expansión de las zonas urbanas y turísticas -ubicadas normalmente sobre las tierras más fértiles, cual es el caso de Canarias, continúa devorando implacablemente la superficie agrícola Asimismo, proliferan bajo el signo de la modernidad y el bienestar las infraestructuras, que con su avidez y por medio de expropiaciones y expolios agropecuarias, sustituyen cultivo y ganado por asfalto y cemento. La urbe y su consolidado objetivo clásico de bienestar, sigue por tanto arañando miles y miles de hectáreas cada año de explotaciones rurales, que hacen que nuestra dependencia exterior sea cada día mayor.
El factor tierra también se reduce por el crecimiento de instalaciones de energías renovables. Los paneles y los molinos, aunque en menor medida, también restan hectáreas de cultivo de pastos. Se nos podría contra argumentar que aún existen tierras abandonadas o vírgenes, pero la verdad es que son las más escasas, pues casi toda la superficie cultivable ya no se cultiva, o se encuentra desprotegida.
Tampoco debemos basar nuestro desarrollo en la deforestación masiva de los escasos bosques y zonas salvajes que nos restan. Lentamente cada vez tendremos menos tierra para asentar explotaciones agro ganaderas.
Por otra parte, el agua en Canarias es un factor esencial en el sector primario y su horizonte es aún más dramático. Prescindiendo de los indeseables -aunque más que probables- efectos del cambio climático, y aún contemplando como hipótesis de trabajo el mantenimiento del clima tal y como lo conocemos, la cantidad de agua destinada a la agricultura disminuye y aumenta su costo año tras año. La modernización de los regadíos realmente tan sólo se da esencialmente por la rivalidad de usos. El ingente y derrochador consumo urbano, turístico e industrial del agua -todos ellos antepuestos al agropecuario- hace que cada año los agricultores dispongan de menos agua para sus tierras y ganados.
Las técnicas agro ganaderas y la investigación en las variables de producción es donde podríamos cifrar nuestras esperanzas, aunque queda mucho camino por recorrer para incrementar la productividad por hectárea o por cabeza de ganado ya que los actuales precios basura de la producción agraria hacen utópica la financiación de procesos de innovación rural. Tan sólo si el campo vuelve a la rentabilidad, la investigación seria y no teledirigida por los políticos podrá tener cabida.
Sus pronósticos: un incremento del hambre entre el 10 y el 20% para 2050 sobre un contexto sin alteraciones del clima, debido a la pérdida acelerada de tierras cultivables.
El hambre, el desarraigo y el estallido de conflictos bélicos para el control de recursos naturales menguantes que anuncia un incremento de del riesgo de guerras civiles en el África subsahariana en las dos próximas décadas amenazan el futuro inmediato de centenares de millones de personas».
Durante décadas hemos despreciado, humillado y pisoteado al campo, a la agricultura, a la ganadería y al conjunto de sus gentes. A quienes están instalados en el sector primario, se les ha definido -con sinónimo malicioso- de elementales, primitivos y básicos.
La sociedad posmoderna ha ignorado a los productores agrarios, a los que benignamente sólo tolera como jardineros gratuitos de un medio ambiente en el que solazarse. Por otra parte, el agricultor y el ganadero han desaparecido paulatinamente del debate público conforme se ha venido reduciendo el tamaño del sector.
Así pues, el campo, ya no existe para las mentes pensantes. Todas dan por hecho que los productos agrarios sanos y baratos seguirán inundando los mercados. Si tiene que funcionar la teoría económica de la escasez como fórmula que permite apreciar el precio de las cosas, estaremos apañados. Y será por nuestro desprecio y desdén.
FIDEL CAMPO SANCHEZ